martes, 31 de agosto de 2010
Breves Chinos I. Hoy: de la imposibilidad de generalizar a los chinos
Como la presión por escribir es mucha y el tiempo poco, he decidido inaugurar mi nueva sección: Breves Chinas. Pocas líneas de escaso aporte que reflexan mis reflectivas reflexiones.
Hoy: de la imposibilidad de generalizar a los chinos.
Son tan raros los chinos que nisiquiera podemos generalizar con ellos. Me explico:
Vas entrando a una tienda que está vacía, y ves a los diez empleados sentados fumando. O llegas a mi condominio y vez al guardia echado todo el día, no siendo capaz siquiera de abrirte la puerta cuando vienes en bicicleta. O pasas por una construcción todos los días y nunca vez a nadie trabajando. ¡Por Dios que flojos que son los chinos! Pero la otra mitad de tu cerebro dice: flojos? pero si tú mismo vives al lado de una oficina y ahí están, trabajando, todos los días hasta las 11 de la noche. Y los del restaurant del frente siempre atendiendo, sean las cuatro o las nueve de la mañana, y la cajera del super, todos los días (fines de semana también) la misma vieja atendiendo, hasta que cierran el super a las diez. Entonces la otra mitad de tu mente dice: por Dios que trabajan los chinos!
Ejemplo dos: llegas a mi condominio, o caminas por algún pasaje y ves la basura botada, las puertas y muros sin pintar, el olor medio putrefacto y dices: por Dios que cochinos que son los chinos! Y ahí la otra mitad de tu mente alega... ¿cochinos? ¿acaso no los has visto limpiando piedritas del piso, una por una con cepillo de dientes? ¿acaso no te ha llamado la atencion lo limpio de las calles grandes y las tiendas? ¿acaso no has visto esos ejercitos de limpiadores dejando todo impecable?
Ejemplo tres: Vas en la calle y vez a los peatones cruzando cuando quieren, los taxistas idem, las motos contra el tránsito, o a favor del tránsito, o por la vereda, la gente caminando en medio de la calle y dices: ¿por Dios que desordenados que son los Chinos? Y ahí la otra mitad de tu mente salta... ¿desordenados? acaso no has visto a los guardias del metro marcar como si fuera la parada militar? acaso no as visto como cualquier transacción tiene miles de reglas y papeles? acaso no has visto que nada deciden porque todo lo consultan a su superior? desordenados? Pero si son 1.300 millones que trabajan como uno solo, y nadie alega!
lunes, 30 de agosto de 2010
Que continúa la historia de éste hidalgo en la playa de Shanghai, además de otras muy famosas aventuras.
Había dejado la historia de mi visita a la playa inconclusa. Si recordamos, lo último que había pasado era que el guardia pelusón me había tocado la puerta, para decirme a mí y a mi compañero de pieza que íbamos a los masajes. Yo le pregunte si se refería a masajes o “masajes” y él con toda soltura me respondió que hablaba de masajes verdaderos.
Bajamos entonces al estacionamiento del hotel, pero el bus que debía llevarnos no estaba. La verdad es que el ambiente era bastante raro. En el estacionamiento del LIH, dos chinos en un BMW fumaban y hablaban bajo, un viejo sentado en una mesa miraba, y no se oía más que el ruido de los pájaros que a veces cortaban el silencio. Así estuvimos, yo, mi compañero de pieza y el chofer peluson por cinco minutos, sin hablarnos (no era tan fácil en mi caso) ni hacer gesto alguno. Pero de pronto apareció el bus manejado por uno de los choferes. Al parecer, habia ido en una “misión de reconocimiento” y ahora volvía con novedades desde el frente de batalla. Nos subimos, entonces, los tres al bus y partimos. Las calles de Lampa se veían desiertas, y los más de 30 grados flotaban en el aire haciéndolo desagradable. En el camino, pasamos a buscar a algunos de los choferes que estaban en rincones perdidos, al parecer buscando la casa de masajes que nunca encontraron. Pero después de un rato llegamos a nuestro destino. Uno de los choferes se subio al bus y me dio un helado de piña. Hubiese sido un gran helado si a los chinos no se les hubiera ocurrido, por alguna razon, echarle sal.
Ahí mismo, mientras comía mi helado uno de los choferes me pregunta, apuntando a la casa que estaba frente a nosotros: Ni yao bu yao? (tu quieres o no). Sha me (que?) –pregunto yo. Zhega (esto) mientras hacia el gesto de un masaje… he zhega (o esto, mientras hacia el gesto universal
Habíamos llegado entonces, a una casa de remolienda, o de citas, o de fiestas, o de huifas (esta ultima expresion es mi favorita porque me imagino a un Viejo gritando huiiiifaaa). Para que lo tengan claro mis lectores, una casa de huifas china es,
Se bajaron allí, todos los choferes que habíamos ido recogiendo en el camino, y yo me quede en el bus junto con mi compañero de pieza. Mientras tanto, en una moto llegaban dos “refuerzos” femeninos que eran necesarios ante tal contingente de hombres. Siendo sincero, los refuerzos no andaban nada de mal. Pero nos quedamos en el bus un par de minutos, sin saber mucho que hacer. Hasta que, al fin, decidimos bajarnos.
Entrando en la casa llegamos a una especie de sala de estar angosta pero muy larga. En uno de los rincones, la regenta
Así pasaron una par de minutos en un silencio incómodo, hasta que una de las obreras del placer que estaba trabajando, apareció en la sala, colgó una llave en un colgador, conto unos billetes, le dio uno a la regenta y se sentó poco mas allá en la sala.
La verdad es que la nueva invitada andaba bastante bien: era muy delgada, usaba una mini, peto y pelo corto, y no estaba muy maquillada como suelen estarlo las chicas de esta profesión. Asi que la gordita, sabiendo que su colega era guapa se volvio loca. Creyendo que el problema con la transacción anterior habían sido sus kilos de más, o el hecho de que estuviera en piyama, repetía insistentemente apuntandola a ella y mirándome a mi: “Yao bu yao! Yao bu yao!” Cuando le conteste: “Bu yao!” Entonces definitivamente no entendió nada. Y mirando a mi compañero de pieza le pregunto (según creo): “¿y este? A que viene acá si no quiere nada con ninguna de nosotras?” A lo que él le contesto: Vino porque quería que le hicieran un masaje…. Jajajajajaj, carcajada general. Hasta la regenta, que hasta el momento no había participado, se reía de la estupidez el occidental, que llego acá pidiendo un masaje.
Por mi ridículo fue cortado de sopetón por las chiquillas que volvían junto con los choferes que, o bien eran de tiro corto, o bien tenían muy poca plata, porque no habrán estado más de 10 minutos con ellas. Así que todos subimos al bus, los refuerzos a su moto y volvimos al LIH, cuando no eran más que las 11 de la noche.
Al día siguiente, temprano en la mañana nos despertaron. La idea era hacer una de esas actividades “team building” del tipo, confía en tu compañero, comunícate con él, etc, etc. La verdad es que este tipo de “dinámicas” las encuentro profundamente vomitivas, y creo que la mejor manera de lograr ese “espíritu de equipo” debe ser hacer un gran asado con suficiente alcohol para que la gente empiece a decir lo que realmente piensa. Pero esas actividades, que en una empresa en Chile podrían resultarnos vomitivas, en China son todo un placer. La escena de esas actividades lúdicas en las que yo estaba metido, se parece a aquella escena de “Perdidos en Tokyo” en que Bill Murray está en medio de un programa japonés de concursos, donde él es el único que no entiende de qué se ríen todos. Esto era lo mismo. Estaba yo en medio de estas actividades extrañísimas, con unos monitores que hablaban y hablaban sin parar, y la gente que reía. Había que hacer cosas como equilibrar unos palitos entre varios, saltar de lámina en lámina siguiendo unos números, y otras cosas. Para peor, en el centro de convenciones del LIH el aire acondicionado estaba malo, así que todo esto era ante 40 grados de calor, con sonrisitas y discursos finales que yo no entendía.
Luego de eso almorzamos y nos volvimos a Shanghai, en uno de los fines de semana más extraños de mi vida.
viernes, 20 de agosto de 2010
Mi artículo del diario
Confucianism in daily Chinese life
If you go to the
The spread of this doctrine came to the society from above. It was during the Han Dynasty that the emperors realized that the best way to keep the unity and control of
This way of seeing things has, in a way, survived until today, and we can see it in the social relationships and political opinions of the people. In the above example, the sons have the duty to obey their parents and take care of them when they become old. Their social position implies that they should obey, so is not strange that sometimes the parents chose their son’s spouses, and the sons are willing to accept it. The parents are also very interested on the issue, because their son in law will have to take care of them when they become old. On the same line, people in
The Confucian way of thinking is very useful on maintaining the unity and social stability of China, but it has to be equilibrated a bit of rebelliousness; because, has the story of Cristopher Columbus teach us, only those who sometimes go against their orders and advices, could achieve the greatest things.
Diego Castro
domingo, 15 de agosto de 2010
Que cuenta el viaje de este hidalgo a la “playa” de Shanghai junto con otras muy famosas aventuras.
Vengo recién llegando de un paseo a la “playa” (la razón de las comillas se explicará más adelante). El viaje no tenía nada de especial, era simplemente el paseo anual de todos los profesores y funcionarios de los dos colegios en que trabajo (que son de un mismo dueño) a fin de conocerse, crear lazos como equipo y bla, bla, bla. Pero lo que en cualquier lado no sería más que un paseo latero más, en China, donde todo es extraño, pasa a ser un fin de semana épico. Porque como veremos, conocí hoteles de lujo perdidos en la nada, playas de utilería, el famoso y alcohólico kambey, y otras cosas que no vale la pena adelantar. Sin embargo, por razones logísticas no puede llevar cámara al paseo (básicamente porque no tengo), así que intenté tomar todas las notas mentales posibles durante el viaje, y ahora trataré de ponerlas por escrito.
La cita era el sábado a las 8:15 en uno de los colegios donde yo hago clases. Por supuesto, yo llegué a las 8:25. En Chile eso no hubiera sido problema, porque estaríamos recién subiendo las cosas al bus. Pero en China, por supuesto, la cosa fue diferente y yo era el único al que estaban esperando para poder irse. Ya arriba del bus (en realidad eran varios furgones escolares) me dieron mi snack chino: una serie de exquisiteses para compartir como: algas (sí, algas), huevo duro negro (sí, negro y muy malo), tomates cherry, turrón sin gusto a nada, una especie de salames nada apetitosos, palitos de pescado seco, y unas galletas hediondas y picantes que no se las deseo ni a mi peor enemigo. Pero bueno, comí lo que pude y luego de pasar a buscar al resto de la gente al otro colegio partimos a la playa.
Shanghai tiene más de 20 millones de habitantes, y queda en el país con más población del planeta. El resultado de esto es que Shanghai no se acaba nunca. Así que anduvimos por una carretera en medio de edificios, luego, casas, luego fábricas, y luego otra vez casas pero con plantaciones de arroz entremedio. Lo que en Chile se llamaría campo es algo que aquí nunca se ve, a lo más hay pequeñas parcelas sembradas, de 3 o 4 hectáreas y rodeadas por casas, muchas casas. Seguimos por este paisaje entre de entre suburbio y campo (algo así como Lampa) por lugares nada de especiales. Cada cierto tanto había fábricas, casas abandonadas o gente en bicicleta. No era un lugar al que uno se hubiese ido de vacaciones pero, de pronto… doblamos en la esquina y llegamos a nuestro hotel. Éste estaba rodeado por un tranque feo y un peladero. Nada de jardines ni parafernalia. Era algo así como el Lampa International Hotel (en adelante LIH). Lo extraño de todo es que el LIH, pese a su entorno poco prometedor, no tenía nada que envidiarle al Radisson, o al Intercontinental, o a algún hotel de esos. Sus buenos mármoles en .grandes piezas con puerta con tarjeta, su regio restaurant, etc. Incluso le llevaba una sala de karaoke. Yo, viendo tal lujo en medio de Lampa, no paraba de preguntarme cómo sobrevivían, o quien (además de nosotros) podía ser tan raro como para ir a meterse allí.
Pues bien, llegados e instalados en nuestras habitaciones (a mí me tocó con uno de los choferes de los buses escolares) partimos a almorzar a unos dos kilómetros de allí. Tengo que explicarles un poco cómo funcionan los restaurantes en China para que entiendan la situación: las mesas son redondas, y en muchas ocasiones (como ésta) están en piezas separadas una de la otra. Al centro hay un gran disco de vidrio que gira, en donde se van poniendo los platos. Cuando el disco gira uno picotea lo que quiere con los palitos. Los tragos también van girando y se les van sirviendo a todos, y si a uno se le ocurre tomarse la mitad del vaso entonces se lo van a rellenar. A mí me tiraron con todos los hombres. Machos brutos y buenos para tomar: eran todos los choferes y maestros chasquilla de los colegios. También llegó y se sentó junto a nosotros el dueño del colegio. Fue en ese contexto donde conocí el kambey.
El kambey no es algo tan raro en realidad. Es simplemente la tradición de mirar a tu compañero de mesa a los ojos, golpear el vaso en la mesa, decir kambey y tomárselo al seco (el vaso, no el compañero). Eso también se hace en Chile pero en China el problema es su connotación social. Cuando alguien quiere hacer negocios, por ejemplo, necesariamente debe emborracharse a punta de kambeys. Cuando alguien, como en mi caso, quiere entrar con un grupo de personas a las que no le entiende ni lo que habla, debe hacer lo mismo. Por supuesto que la víctima de los kambey fue en este caso el pajarito nuevo: el chileno. Y los tragos no eran cualquier cosa. Los chinos toman un fuerte de destilado de arroz (que en Japón se llama sake, en China no me acuerdo) que tiene 52 grados!! Y además, si uno baja su vaso se lo vuelven a llenar. Pero los resultados de tanto kambey fueron extraños. ¡Porque al quinto o sexto empecé a entender chino! O al menos mi mente de borracho le ponía subtítulos a lo que hasta hace poco era ininteligible salvo por algunas palabras. Y la conversación que escuché fue la siguiente:
El pelusón tallero del grupo decía: - Hey cabros, en la noche les tinca si vamos por unos masajes?
- Wena wena, dicen todos, vamos por unos masajes.
- Pero masajes de los buenos dice otro pelusón -haciendo el gesto técnico universal de meter el dedo índice de una mano en un circulito que hacía con la otra mano.
- Ya salió este hueón! –decía el pelusón- uno habla de masaje en los hombros la espalda… y este sale con sus leseras.. será porque andai con el kino acumulado-le decía.
- Si po –le respondía el otro- es que tu señora me tiene con el agua cortá.
- En serio? A ti también?
Cagadero de risa general en el que yo me incluía.
Pasaron los platos, los kambey, la comida y las horas y terminó el almuerzo. Y un poco encufifado pero feliz con mis nuevos poderes volvimos al Lampa International, por una siesta más que oportuna.
A las cuatro me despierta mi compañero de pieza diciéndome que nos íbamos a la playa. O a lo menos eso entendí con lo que quedaba de mis poderes, que se iban rápidamente junto con la curadera. Pero no estaba tan mal, porque a la playa justamente íbamos. Ésta estaba a poco más de 20 minutos del LIH y es muy difícil describirla. Para hacerlo voy a decir lo que tenía y lo que no.
La playa de Shanghai no tenía:
Gaviotas ni pelícanos ni ningún otro bicho.
Gente tomando sol (cuando hay sol hace mucho calor, y la playa por lo mismo sólo abre a las 5, además no hay espacio para tomar sol).
Gente jugando paletas, ni fútbol ni volley
Gente vendiendo pan de huevo, o cuchuflí, o palmeras.
Bikinis: las chinas solo usan la parte de arriba, abajo usan una faldita.
Toallas para echarse: la gente se sienta en sillas por la que pagan.
Arena. En realidad habrían 4 o 5 metros pero era muy poca para contarla.
Olas: era una taza de leche.
Consecuentemente: gente con tabla de body o de surf.
Occidentales (salvo yo, claro)
Ahora, lo que la playa de Shanghai sí tenía era:
Muuuucha gente en cada rincón de la playa y del agua.
Salvavidas: una cantidad impresionante de ellos.
Boyas: el área de nado era de 10 metros desde el agua, marcado con boyas. No se podía pasar más allá, aunque yo lo hice un par de veces sólo para molestar a los salvavidas.
Flotadores redondos alrededor de la cintura: la mayoría de los chinos no sabe nadar y usaba estos ridículos flotadores, eso pese uno podía topar el fondo en toda el área de nado.
Rompeolas: cien metros más allá de las bolyas, unos rompeolas artificiales aislaban totalmente la playa del mar de verdad. No vaya a ser que algún rebelde se pase de las boyas.
Lockers, duchas y camarines: enormes y muy buenos.
Entrada: Sí, se pagaba por entrar a este paraíso en la tierra, aunque nunca supe cuanto.
Luces: cuando se va la luz natural los chinos iluminan parte de la playa y del agua para que uno siga nadando.
Reflexión final respecto a la playa: los Chinos son unos niños porque son tratados como niños. ¡Ni siquiera uno tiene la libertad de ser idiota, nadar un poco más allá y ahogarse! ¡La libertad de ahogarse! Nunca pensé que me sentiría tan invadido e idiota por no tenerla.
Pero bueno, volviendo al relato, yo nadé y chapotié de lo lindo en el agua (que a todo esto era como meterse a una tina) le tiré agua a mis profes compañeras y molesté a los salvavidas pasándome de las boyas. Cuando llegó la noche nos fuimos al mismo restaurant donde comimos (yo seguía acañado y logré pasar piola esta vez con los kambey) y a eso de las 10 llegamos al LIH.
Me instalé, entonces, con mi compañero de pieza y ya me disponía a acostarme mientras él veía en la TV cosas que yo no podía entender cuando de pronto golpearon la puerta. Era el chofer pelusón, que nos decía: y bueno, vamos a los masajes o no? Vamos! Contesté yo. Pero para saber lo que pasó en ese curioso lugar va a tener que esperar hasta el próximo capítulo (lo siento pero ya es tarde y mañana tengo pega temprano).
martes, 3 de agosto de 2010
Sobre mi pega y como llegué a ella. Parte 2.
Hoy debo hablar sobre mi trabajo. Ya había adelantado algo cuando expliqué como lo conseguí, pero ahora toca ver como fue mi clase de prueba, los primeros días, y como me adapto a mi nueva profesión (apunto for the record mi lista de profesiones hasta el momento, aunque haya durado dos días en algunas: procurador, abogado, profesor particular de inglés, profesor de filosofía, vendedor de sushi, andarivelista, salvavidas, ayudante universitario, mozo de eventos, housekeeper, y ahora parvulario).
Pues bien, luego de que este tal Andy me avisó en su horrible inglés que tenía un trabajo para mí, yo raudamente le respondí diciendo que cuando y donde nos juntabamos. Me respondió que me tomara la línea 8 del metro y me bajara en la última estación, y que él me encontraría en la salida uno. Después de casi una hora en metro, a una horrible temperatura que le ponen en base a aire acondicionado (y yo en short y polera por supuesto) llegé a la salida del metro. Dos cosas me preocuparon allí: la primera es que Andy no se veía por ninguna parte, la segunda era que el barrio parecía bstante de mala muerte. Unos chinos guatones en moto esperaban en la salida, con una cara de malos que me hacían recordar esas pandillas hongkonesas de las películas de artes marciales. Ya veía que uno de ellos me decía: Diego? y me subía a su moto, y terminaba siendo vendido como esclavo en una mina de carbón al interior de China. Pero bueno, por suerte los chinos con cara de mafiosos ni me hablaron, y yo me dediqué a esperar. A los 15 minutos al fin llegó Andy disculpándose por el atraso, y me dijo que tomáramos un taxi. Todavía yo dudaba: ¿cuándo me piden que acarree la droga? ¿cuando me muestra la pistola y me dice que estoy secuestrado? Por suerte nada de eso pasó, y para mi sorpresa nos dirigimos en el taxi a lo que parecía ser un jardín infantil chino.
Los jardines infantiles de acá no tienen nada que ver con los de Chile. Acá, si recuerdan, el hijo único es el principal capital de sus padres, y su educación y excelencia es lo primero (va mucho antes que la felicidad del niño, por supuesto). En consecuencia, la explotación infantil comienza ya en el jardín. Clases de inglés normal e inglés reforzado, piano, karate, escritura (esos mocosos a los 4 escriben los caracteres que yo con suerte reconozco unos de otros) lectura, tareas para la casa, etc, etc, son lo usual en este tipo de jardines. Por lo tanto, el jardín que fui a ver más parecía un colegio hecho y derecho que un jardin de esos que arman en Chile en una casa cualquiera.
Bueno, allí entre el cabrerío chico chino me llevaron a ver un gringo que hacía lo que después sería mi trabajo. Fueron sólo 15 minutos de: Mostrar tarjetitas y preguntar qué eran, cantar cancioncillas y tratar de controlar a las criaturas estas. Sólo eso ví, y luego Andy me dice: hoy en la tarde es tu clase de prueba, te toca hacer esto mismo.
¿Y ahora que hago? M pregunté. Como salgo de ésta. No me sé ninguna canción de niños en inglés (fui a un colegio francés) No tengo idea de cual va a ser la edad de los niños, no que es lo que saben ellos ni nada. Tuve cuatro horas para preparar algo para mi clase pero, por supuesto, no preparé nada. No importa, creo que las mejores cosas son las que se logran improvisando, y es eso lo que terminé haciendo.
Me llevaron entonces frente a una veintena de mocosos de seis años. Ruidosos, aburridos y además, chinos. Así que sin saber que hacer pensé en animales. A los niños les gustan los animales así que debiera resultar bien. Me puse a actuar como perro y pregunté ¿What is this? Dooog me contestaron con voz de lata, como diciendo ¿y cuando empezamos con las ecuaciones diferenciales?. ¿What is this? pregunté actuando de oveja... Sheeep, respondieron con idéntico tono. Bien –pensé- parece que estos niños sabían más de lo que yo creía. Les expliqué entonces, como pude, que ahora les tocaba a ellos actuar como el animal que yo les dijera, y llamé a un niño de la primera fila. Le dije al oído “lion” y esperé que actuara de león. Dos segundos, cinco, diez… nada, no quería nada el mocoso. Le cambié el animal: cow, nada más fácil. Pero no pasaba nada. En la puerta de la sala podía ver –apreciando mi derrota- a la directora y a un piño de profesoras fascinadas por la novedad (no sólo había un hombre, si no que era occidental). Pero el mocoso no hacía nada, porque era el burro del curso. Lo mandé derecho para su puesto y llamé a otros niños, que no sólo actuaron lion y sheep, sino otras más difíciles como elephant y mouse. Estaba salvado.
Pero cuando iba saliendo de la sala pasé otro susto. La directora hablaba con Andy sobre mi desempeño, en un tono que se parecía más al videíto de Hitler y la PSU que a una felicitación. Hasta aquí llegué, pensé yo. Pero nada de eso, según iría aprendiendo, para decirse; pucha que ha hecho calor! Los Chinos hablan como si fueran un oficial de la SS hablándole a un prisionero judío en Auswitsch. Lo que le decía la profesora a Andy eran felicitaciones por mi desempeño… porque la pega era mía.