Los numerosos gallos del pueblo de Chuxi, además de las viejas que gritaban a igual volumen nos despertaron a eso de las 7. Y la verdad es que no fue tan mala idea, pues apenas nos asomamos a la ventana pudimos ver el increíble pueblo de Chuxi. Un lugar en medio de las montañas donde, aunque suene cliché, el tiempo se había detenido. Frente a nosotros veíamos un pequeño riachuelo en el cual nadaban muchos patos, y al frente los 4 Tulous principales: construcciones de tierra circulares (salvo algunas cuadradas) de 4 pisos de altitud, y como telón de fondo otros Tulous y casas de barro, para llegar finalmente a las terrazas donde se cultivaba arroz, todo esto circundado por cerros tapados de bosques de bambú. En el pueblo no había autos, todo era escaleras con riachuelos entrecruzados, y pequeñas chacras sembradas por allí y por acá de lechugas, papas, arroz o caña de azúcar.
La gente de Chuxi era muy amable. Algunos de ellos con suerte hablaban mandarín (que a esa altura era para nosotros como que alguien hablara inglés) pero se esmeraban en ser amables con nosotros porque sí. Cada saludo de una señora era una invitación a tomar té (cultivado por ellas mismas por cierto) y a sentarnos con ellos. La población eso sí, estaba compuesta básicamente por abuelos y nietos, porque los padres se habían ido, quizás hacia donde, a buscar suerte.
Lo más increíble de la experiencia era sentir que de verdad estábamos viendo cómo vivían los chinos de este pequeño pueblo rural, pues aunque habían algunos puestitos de artesanía, los turistas brillaban por su ausencia. Sólo vimos un grupo de 4 en todo el día, los que por cierto, eran chinos. Así, luego de recorrer el pueblo, jugar con los niños y escaparnos de unos guardias que querían pedirnos la entrada (la que como repito: no pagamos porque llegamos muy tarde) decidimos ir a hacer un trekking por los alrededores. Nos fuimos caminando entonces por las terrazas de arroz hacia arriba, hasta llegar a un pequeño camino que subía los cerros limitando las terrazas con los bosques de bambú. Luego de unos 25 minutos llegamos a otro pueblo Hakka, también con varios Tulou pero al que, al parecer, no se había somado nunca un turista. Por lo mismo el pueblo era algo decadente, muchos tulous se habían transformado en enormes gallineros, y los escasos habitantes, todos ancianos, nos miraban con desconfianza: era lo más cercano a un pueblo fantasma en lo que he estado.
Después de eso seguimos por el camino que giraba hacia la izquierda y cruzaba el río que cortaba el valle, y llegamos a otro pueblo Tulou., menos abandonado que el anterior pero igual de recóndito. Acá nos ocurrió algo extrañísimo. Una señora que , como todas, separaba las hojas de té de sus palitos, nos invitó a conocer un Tulou que quedaba unos 500 metros cerro arriba. La acompañamos entonces y lo que encontramos era sorprendente. En el centro del Tulou, donde habitualmente había gallinas, había árboles y una fuente de agua. Las escaleras y los corredores, de una madera habitualmente envejecida, estaba aquí casi nueva. Las habitaciones que siempre eran oscuras, acá habían sido remodeladas e iluminadas, y tenían grandes camas de blancos cubrecamas. Los baños modernos por lo general en los Tulou no existían, pero acá no sólo existían, sino que tenían azulejos y artefactos como los de cualquier baño de un hotel. En resumen: el Tulou había sido adaptado como hotel el problema es que… no había nadie allí!! Ni siquiera había turistas en Chuxi, y menos en este pueblo al que se llegaba después de 30 minutos caminando cerro arriba entonces ¿por qué hacer esa inversión? ¿quién la había hecho? ¿Quiénes esperaban que llegaran hasta allá? Nosotros preguntamos el precio también, pero al ser muy caro y requerir que subiéramos las mochilas cerro arriba, decidimos no aceptar, pero el misterio quedó flotando en el aire.
Después de esto volvimos a Chuxi a decidir qué hacer, y tras pensarlo mucho decidimos partir a otros Tulou, que quedaban algo lejos de allí pero eran muy famosos. Negociamos entonces con algunos lugareños (todo esto en chino, por descontado que se hablara inglés), hasta que logramos que por 200 yuanes nos llevaran a Gaobei, que es el Tulou más grande de los que existen.
Así, luego de unos 45 minutos por caminos horribles, llegamos a este famoso Tulou, que se encontraba en un valle mucho más accesible que los anteriores y, ere, por consiguiente, bastante más turístico, lo que se podía apreciar de inmediato por la cantidad de hostales, restauranes y tiendas que había en los alrededores. Sin embargo, la picardía del chileno otra vez primó, y descubrimos que a esa hora ya no había que pagar para entrar al Tulou más grande (la entrada costaba 50 por persona), y aunque ya era de noche, conseguimos que una señora nos arrendara una pieza adentro del Tulou mismo, por módicos 40 yuanes, y así en la mañana podríamos verlo sin tener que pagar la entrada.
Waauuu, que lindo... la cagaron pa ser aperrados! tiene grandes beneficios. Sigan pasándolo la raja. Besos
ResponderEliminarSecos, que bacán descubrir lugares asi donde no hay mas turistas...
ResponderEliminarbesos a los dos.