martes, 11 de enero de 2011

Día 37, 28 de Diciembre: Atrás, serpientes estafadoras.

El viaje de Bangkok a Siem Reap, en Cambodia, es famoso. Famoso por sus estafas. Se ha sabido de gente que queda botada en la frontera, o que los hacen pasar por una frontera falsa sólo para sacarles plata, de gente que paga buses con aire acondicionado y lo mandan en la parte de atrás de una camioneta, o de gente que al llegar a buscar su bus en el lado camboyano sólo encuentra taxistas coludidos que cobran un precio infladísimo por un trayecto que no es muy largo. Y lo peor es que pagar más no significa necesariamente ahorrarse estos problemas. Porque son justamente las agencias turísticas establecidas en el barrio de Kaosan las que hacen estas gracias.

Por lo mismo, y luego de hacer algunas averiguaciones decidimos que lo mejor era viajar independientemente. Pero esto no sería fácil, y la gente tratando de engañarnos no se aburriría de aparecerse hasta el final.

Primera etapa; lograr llegar al terminal de buses sin que nos estafaran: para ello fue necesario parar a unos 10 taxis, hasta que uno accedió a llevarnos por el precio que nosotros sabíamos (por la distancia en el mapa) que debía costar el viaje.

Segunda etapa; tomar un bus hasta la ciudad fronteriza: para eso hubo que ignorar los cientos de “hello, where you go?” hasta llegar a una oficina de buses, e insistir que nos cobrara el valor que salía escrito en un cartel y no más. A continuación tomamos un bus que 5 horas después nos depositaba en Aranyaprathet...(no se que más, nombre eterno) en donde varios tuk tuk nos esperaban para llevarnos a la frontera.

Tercera etapa; llegar a la frontera: para lo cual contratamos un tuk tuk que tras mucho regateo, accedió al precio que le pedíamos. Luego el tuk tuk enfiló hacia la frontera, pero antes de llegar a ella se detuvo en una oficina con una gran bandera de Cambodia que decía: Cambodian visa. Afuera, un hombre de terno y corbata muy sonriente nos esperaba. Cómo sabíamos que esto era otra estafa (porque la visa se sacaba en la frontera) le dijimos al tuk tuk que siguiera.

Cuarta etapa; atravesar la frontera: En teoría algo fácil, pero no tanto. Fue necesario ignorar a varios personajes que se acercaban ofreciendo cosas tránsfugas, además de pagar por la visa los 20 dólares que anunciaba un letrero. Eso a pesar de que la policía insistió en que correspondía pagar más plata (para embolsársela, claro).

Quinta etapa; llegar de la frontera a Siem Reap: viaje que hicimos en una van que se suponía era el “bus público” aunque en ella no iba ningún local. Luego supimos que había otro bus un poco más barato, aunque ya era tarde para tomarlo.

Sexta etapa; llegar al centro de Siem Reap: La van nos dejó en las afueras de la ciudad, donde un tuk tuk nos recogió y llevó “milagrosamente” a un hostal bastante lejos del centro. Cuando le insistimos que no queríamos ese hostal, sino que queríamos ir al centro, nos llevó más lejos aún, a un peladero en medio de la nada donde nos dejó botados insistiéndonos que estábamos en el centro! Y cuando le dijimos que era un mentiroso se hizo la víctima diciendo que éramos desconfiados y el sólo quería ayudarnos. Impresionante.

Séptima etapa; encontrar hostal: luego de caminar 2 kms. logramos llegar al centro de la ciudad, donde tras media hora encontramos algo barato y dormible.

domingo, 9 de enero de 2011

Día 36, 27 de Diciembre: Tacos, visas y templos.

Cruzando el río.
A los pies de Buda



La idea era salir temprano a la embajada de Vietnam, para poder entrar luego a ese país sin tener problemas. Este trámite tuvo que hacerse a esta altura porque los días anteriores habían caído en fin de semana, y la embajada estaba cerrada. Y pese a que logramos que un taxista no nos estafara con el precio (cosa ya difícil) los vietnamitas se encargaron de arruinar nuestro presupuesto con un precio totalmente exagerado por la visa (casi 50 mil pesos cada uno), aunque retirando la visa el mismo día en la tarde. La otra opción era retirarla tres días después pagando 30 mil, pero ya no aguantábamos más con el ruidoso y desordenado Bangkok.

Luego de esto fuimos a ver un Buda de casi 40 metros acostado dentro de un templo, junto con los templos que le rodeaban. Bonito aunque no tanto porque los Tailandeses, al igual que los chinos, tienen la costumbre de restaurar las cosas periódicamente y con materiales nuevos, por lo que a alguien como yo que le gustan la historia y las ruinas, estos templos son un poco aburridos.


Después, hicimos otra caminata y visitamos un mercado muy barato en donde la Maca se volvió loca comprando lápices. Ella es una mañosa y sólo le gustan los lápices negros a tinta, en la que ésta fluya bien pero se seque rápido. Es tan mañosa que en Chile es capaz de recorrer todo Santiago para ir hasta la librería de arquitectura, que queda en el centro, único lugar donde según ella venden el lápiz perfecto para su refinamiento (a casi 2.000 cada lápiz). Pues bien, en este mercadito encontró unos lápices que satisfacían todas sus mañas y costaban sólo 150 pesos. Compró 20 y no compró más porque a la vendedora no lo quedaban.

Después de esto volvimos a la embajada a buscar nuestras visas. Pero el taco de Bangkok era tan terrible que si el viaje de ida tomo 20 minutos, el de vuelta tomó casi una hora y media, y para cuando llegamos la embajada ya estaba cerrada. Por suerte para nosotros, Pipe y la Fran que andaban en lo mismo pero viendo otras cosas, alcanzaron a llegar a tiempo y retirar nuestros pasaportes.

Día 35, 26 de Diciembre: Venecia Bangkokiana

Una de las pocas viejitas que vendían sus productos en el "mercado flotante".
Nuestro tour en Tailandés.



Una de las imágenes más famosas de Bangkok es su mercado flotante. En un canal de unos diez metros de ancho, una infinidad de botes con frutas, verduras y pescado se cruzan e intercambian cosas, toda la gente con tradicionales gorros triangulares de paja. Pues bien, no es tan fácil como pensábamos llegar a este famoso mercado. Porque la gente sólo está allí de 6 a 10 de la mañana, pero el mercado queda bastante lejos. Además, es bastante difícil llegar de manera independiente. Pues tras tomar un taxi al terminal y un bus a otro pueblo, hay que tomarse otro taxi hacia los canales y después un bote. Tanta dificultad ha hecho que el viajecito haya sido monopolizado por las agencias turísticas, que coludidas como están, inflan los precios de manera descarada.

Por lo mismo, y por razones tanto presupuestarias como ideológicas (salvo que no quede otra, nosotros NO tomamos tours) terminamos yendo en el bus público a otro mercado flotante que quedaba al interior de la ciudad. Para ser sinceros, hay que decir que no tenía nada que ver con el de las fotos, y además de un par de viejas que remaban en sus botes, lo único que flotaba, además de la basura, eran unas balsas metálicas llenas de restaurantes en los que la comida era rarísima, baratísima y buenísima.

Pero pese a la ausencia de mercado flotante, el viaje se terminó salvando. Porque poco después de terminar de almorzar pasó un botecito recogiendo turistas y ofreciéndoles un viaje de una hora por los canales de los alrededores. Lo bueno es que el viaje era para turistas locales, por lo que era botado de barato aunque hablado en Thai (la mayoría de los extranjeros hacían el mismo tour por un precio muy superior en botes arrendados en su agencia, más razones para seguir rechazando los tours). Lo notable era que a pesar de estar en medio de la ciudad, un ambiente rural rodeaba los canales. Con viejecitas en botes a remo, casas de madera que sólo daban al agua, plantaciones de orquídeas y de bananas y un laberinto de canales imposible de abarcar. Nuestra guía habló sin parar durante la más de una hora que duró el viaje. Ni idea de lo que decía pero la gente se iba riendo, y nos sacaban fotos como una de las atracciones del paseo.

Después fuimos a un famoso mercado nocturno que supuestamente valía la pena. Nada de eso. En los puestos del mercado nocturno vendían las mismas cosas chinas que en todos los mercados malos del mundo, desde Iloca a Lontué y Hangzhou. Lo que era gracioso, eso sí, es que el mercado estaba enclavado en medio del barrio rojo de Bangkok, por lo que las señoritas tailandesas (muy bonitas, hay que decirlo) se desvivían por invitarme a sus locales, además de unos tipos que promocionaban unos shows no muy decorosos que logré que me contaran de que se trataban, aunque no son aptos para este medio.

sábado, 8 de enero de 2011

Día 34, 25 de Diciembre: La madre de todos los persas

Debo reconocer que, pese a mi aversión por todo tipo de Malls, tiendas, mercados o bazares, venir a Bangkok y no ir a ningún mercado es un sacrilegio imperdonable. Y si se está (como nosotros) en un fin de semana, hay que ir al mercado de fin de semana. El mercado más grande de Bangkok y quizás del mundo. Es cliché decir que se vende de todo, pero así nomás es. Desde frutas, verduras y carnes a serpientes, pernos y antigüedades. Y sobretodo ropa: mucha ropa. Venir con una mujer es entonces una perdición, porque no sólo hay mucha ropa sino que está baratísima, aunque debo reconocer que la Maca estuvo muy medida y no compró tanto como yo me temía (quizás porque en este viaje lo que se compra se acarrea en la mochila). Otras cosas botadas de baratas, como canastitos, cuadritos o estatuitas eran tan pesadas o incómodas de llevar que ella ni siquiera se detuvo a mirarlas, porque era una tortura mirar y no poder comprar.

Cuando ya anochecía volvíamos a la calle Rambuttri, donde quedaba nuestro hotel y su cómoda habitación en el quinto piso sin escaleras. La calle es peatonal y está tapizada de locales callejeros de comida Tailandesa, camas para hacerse masajes y bares improvisados. Por lo que, aunque poco apta para descansar, es muy entretenida

jueves, 6 de enero de 2011

Día 33, 24 de Diciembre: El día de los zombies vivientes navideños.

Feliz Navidad a todos! Atrasados y a la distancia pero vale igual.
Una vista de los templos de Bangkok.



A pesar de todo logramos llegar a Bangkok: ruidosa, multicolor, saturada y fascinante Bangkok. No eran más de las 6:30 A.M y ya dábamos vueltas (sin haber dormido) por sus calles en busca de un alojamiento barato y que no pareciera tener enfermedades infecciosas (único requisito extra a esta altura). Y no sería hasta las 9:00 que lo lograríamos en Kaosan, el barrio más cliché pero más barato de la ciudad, y donde van a caer todos los extranjeros que pasan por acá (salvo los muy finos que se van a sus hoteles de varias estrellas).

Llegados entonces a nuestra cómoda habitación en el sexto piso sin ascensor, ni agua caliente, ni aire acondicionado (en realidad nunca en este viaje hemos alojado en algún lugar con aire acondicionado y agua caliente) nos decidimos recorrer la ciudad, porque echarnos a dormir significaba dar por terminado el día. Y como yo y la Maca somos buenos para la tortura, decidimos que el paseo por la ciudad sin haber dormido fuera hecho en bicicleta, aprovechando que recientemente la municipalidad de Bangkok había puesto bicicletas gratis para los turistas (y lo que es gratis hay que aprovecharlo). De paso, evitábamos con las bicicletas andar en los famosos Tuk Tuk (motos con carrito) que eran muy conocidos en Bangkok por hacer la gracia de llevarte a cualquier parte menos a la solicitada.

Bangkok no es sin embargo, y pese a ser muy antigua, una ciudad muy bonita. Y salvo por los templos y palacios, que abundan, el resto de la ciudad es moderno sin alcanzar a ser sofisticado, y desordenado sin alcanzar a ser pintoresco.

Los templos, eso sí, son increíbles. Con cúpulas doradas y llenos de azulejos multicolores, y gente sin zapatos que le prende inciensos a Buda. El palacio del rey es también algo enorme y muy impresionante, aunque el rey mismo (un orejón anteojudo que está en todos los billetes, posters, calendarios, paraderos y llaveros de Tailandia) no se deja ver hace mucho tiempo porque, según dice, se estaría probando el piyama de palo.

En la noche, y pese a que el cansancio nos estaba matando, nos juntamos con Pipe y la Fran (que se estaban quedando en un hotel bueno) y tuvimos una pequeña cena navideña en un restaurant. En mi caso comiendo pollo con curry y papas en leche de coco.

Día 32, 23 de Diciembre: Tailandestafa

Arriba del primer bus. Eran las 3:00 P.M. y el viaje no terminaría hasta las 6 A.M del día siguiente.

Cuando se visita el sudeste asiático hay que tener mucho cuidado con las estafas. Éstas pueden ir desde lo más sutil (y a veces inevitable) a lo más complicado. Por ejemplo el pasaje de bus que vale 100 te lo venden a 200, o lo que en internet parecía ser una hermosa habitación por la que ya pagaste muy buen precio, termina siendo una pocilga en la que a los ratones les da asco entrar de tanta cucaracha.

Pero hasta la fecha nosotros habíamos sido cuidadosos, muy cuidadosos, y habíamos logrado mantenernos lejos de las estafas con una serie de medidas, entre ellas: nunca confiar en las agencias de turismo y hacer todo por nuestra cuenta en buses o trenes públicos; siempre regatear (lo que sea) hasta encontrar el precio justo; no escuchar a nadie que te vaya a buscar a algún bus o barco apenas te bajes sin importar lo que ofrezca; no arrendar nada por adelantado sin haberlo visto en persona; tener siempre ubicado en el mapa hacia donde vamos para que los taxistas no den vueltas inútiles.

Pero siempre hay una primera vez y nos tocó a nosotros. Pues caímos en la tentación de, en lugar de ir hasta el terminal de buses, arreglar un pasaje a Bangkok en una agencia de turismo en Aonang (ciudad cercana a Tonsai) y en esa agencia lograron vernos la cara.

Primero, por el precio. Lo negociamos mucho rato (y estoy seguro que nadie en ese bus de extranjeros pagaba menos) pero fue mayor al que se consigue en el terminal público.

Segundo, nos dijeron que sería un solo bus que nos pasaría a buscar, y perdimos casi tres horas en un bus enfermo de rasca recogiendo pasajeros.

Tercero, porque nos dijeron que justamente no pararíamos todo el tiempo a recoger pasajeros, cuestión que resultó ser falsa.

Cuarto, porque nos insistieron en que iríamos en el “Super Mega Vip Golden Bus” con asientos 100% reclinables, cuando la verdad es que las sillas de mi colegio se reclinaban más que esto.

Pero en fin, la Maca que es malita para alegar les puso un reto del que se deben estar acordando todavía, y no tuvimos más que asumir el viaje nocturno a Bangkok en este incomodo bus.

De más está decir que no dormimos casi nada.

Día 31, 22 de Diciembre: Vuelta a Railey

Atardecer en Phranang. Parece postal pero no lo es.

Volvimos entonces a nuestra amada Tonsai, a visitar por última vez Pharang Beach (la playa más bonita del mundo so se recuerdan). Ésta vez estábamos acompañados nuevamente por Pipe y la Fran y recorrimos las cuevas de los islotes frente a Pharang en el Kayak que ellos habían arrendado. No hay mucho más que destacar de este día, salvo ese recorrido en kayak y la visita a una de las cuevas de los alrededores, desde donde había increíbles vistas de la playa.