domingo, 9 de enero de 2011

Día 35, 26 de Diciembre: Venecia Bangkokiana

Una de las pocas viejitas que vendían sus productos en el "mercado flotante".
Nuestro tour en Tailandés.



Una de las imágenes más famosas de Bangkok es su mercado flotante. En un canal de unos diez metros de ancho, una infinidad de botes con frutas, verduras y pescado se cruzan e intercambian cosas, toda la gente con tradicionales gorros triangulares de paja. Pues bien, no es tan fácil como pensábamos llegar a este famoso mercado. Porque la gente sólo está allí de 6 a 10 de la mañana, pero el mercado queda bastante lejos. Además, es bastante difícil llegar de manera independiente. Pues tras tomar un taxi al terminal y un bus a otro pueblo, hay que tomarse otro taxi hacia los canales y después un bote. Tanta dificultad ha hecho que el viajecito haya sido monopolizado por las agencias turísticas, que coludidas como están, inflan los precios de manera descarada.

Por lo mismo, y por razones tanto presupuestarias como ideológicas (salvo que no quede otra, nosotros NO tomamos tours) terminamos yendo en el bus público a otro mercado flotante que quedaba al interior de la ciudad. Para ser sinceros, hay que decir que no tenía nada que ver con el de las fotos, y además de un par de viejas que remaban en sus botes, lo único que flotaba, además de la basura, eran unas balsas metálicas llenas de restaurantes en los que la comida era rarísima, baratísima y buenísima.

Pero pese a la ausencia de mercado flotante, el viaje se terminó salvando. Porque poco después de terminar de almorzar pasó un botecito recogiendo turistas y ofreciéndoles un viaje de una hora por los canales de los alrededores. Lo bueno es que el viaje era para turistas locales, por lo que era botado de barato aunque hablado en Thai (la mayoría de los extranjeros hacían el mismo tour por un precio muy superior en botes arrendados en su agencia, más razones para seguir rechazando los tours). Lo notable era que a pesar de estar en medio de la ciudad, un ambiente rural rodeaba los canales. Con viejecitas en botes a remo, casas de madera que sólo daban al agua, plantaciones de orquídeas y de bananas y un laberinto de canales imposible de abarcar. Nuestra guía habló sin parar durante la más de una hora que duró el viaje. Ni idea de lo que decía pero la gente se iba riendo, y nos sacaban fotos como una de las atracciones del paseo.

Después fuimos a un famoso mercado nocturno que supuestamente valía la pena. Nada de eso. En los puestos del mercado nocturno vendían las mismas cosas chinas que en todos los mercados malos del mundo, desde Iloca a Lontué y Hangzhou. Lo que era gracioso, eso sí, es que el mercado estaba enclavado en medio del barrio rojo de Bangkok, por lo que las señoritas tailandesas (muy bonitas, hay que decirlo) se desvivían por invitarme a sus locales, además de unos tipos que promocionaban unos shows no muy decorosos que logré que me contaran de que se trataban, aunque no son aptos para este medio.

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