Debo reconocer que, pese a mi aversión por todo tipo de Malls, tiendas, mercados o bazares, venir a Bangkok y no ir a ningún mercado es un sacrilegio imperdonable. Y si se está (como nosotros) en un fin de semana, hay que ir al mercado de fin de semana. El mercado más grande de Bangkok y quizás del mundo. Es cliché decir que se vende de todo, pero así nomás es. Desde frutas, verduras y carnes a serpientes, pernos y antigüedades. Y sobretodo ropa: mucha ropa. Venir con una mujer es entonces una perdición, porque no sólo hay mucha ropa sino que está baratísima, aunque debo reconocer que la Maca estuvo muy medida y no compró tanto como yo me temía (quizás porque en este viaje lo que se compra se acarrea en la mochila). Otras cosas botadas de baratas, como canastitos, cuadritos o estatuitas eran tan pesadas o incómodas de llevar que ella ni siquiera se detuvo a mirarlas, porque era una tortura mirar y no poder comprar.
Cuando ya anochecía volvíamos a la calle Rambuttri, donde quedaba nuestro hotel y su cómoda habitación en el quinto piso sin escaleras. La calle es peatonal y está tapizada de locales callejeros de comida Tailandesa, camas para hacerse masajes y bares improvisados. Por lo que, aunque poco apta para descansar, es muy entretenida
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