Afortunadamente la visita a Phi Phi island no fue una completa pérdida de tiempo. Pues la isla es mundialmente famosa por la calidad de su buceo. Sin embargo, la mayoría de los turistas que llegan a Tailandia bucean en Ko Tao, en la costa Este. Esto porque Ko Tao está más cerca de Bangkok, y por lo tanto la gente arregla paquetes turísticos desde Bangkok mismo, con lo cual el buceo es algo más barato que en otras partes. Pero como nosotros no teníamos planeado ir a la costa Este, entonces no nos salía más caro bucear en Phi Phi, y además la calidad del buceo es infinitamente superior acá que en Ko Tao.
El precio, eso sí era alto, pero menor a lo que me esperaba. Pues lo normal es que para bucear haya que hacer un curso de tres días que te entrega un certificado, y eso tiene un costo de alrededor de 200.000 pesos chilenos. Pero en Phi Phi se ofrecía un programa llamado “Discover Scuba Diving” que incluía dos sumergidas de hasta 15 metros de profundidad (más que suficiente para una primera vez) por un precio menor a los 50.000 chilenos (algo que casi destruyó nuestro presupuesto, pero valió la pena totalmente). Así que yo y la Maca decidimos tomarlo y lanzarnos a explorar las profundidades.
La visibilidad ese día era de aproximadamente 30 metros, y de verdad era impresionante. Tanto así que desde la superficie se podía ver el fondo del mar con mucho detalle, y este se encontraba a más de 25 metros de profundidad. Se hace complejo describir la sensación de bucear. Los oídos molestan todo el tiempo, y hay que parar frecuentemente a compensarlos. Pero la respiración se va haciendo lenta y el cuerpo se va acostumbrando muy rápidamente. Sin darse cuenta cómo, uno puede llegar a 20 metros de profundidad y olvidarse de que está buceando y dependiendo de un tubo en la espalda. Porque cuando se llega al fondo del mar se siente la libertad más absoluta, y el paisaje invita a subir y bajar montañas, atravesar cañones y recorrer bosques de corales. Debe ser lo más parecido que existe a volar. Yo lo que vimos es difícil decirlo con palabras. Llega un momento que los peces de todos los colores imaginables se hacen rutina, y los corales son de tantos tamaños y colores diferentes que uno se pregunta su alguna vez llegará a verlos todos. Lo más grande que llegamos a ver fueron tiburones, aunque no eran muy grandes y eran más bien tímidos. El viaje también contempló una visita a la saturada Maya Beach (la playa de “La Playa”) y un recorrido por las islas circundantes.
Después de desembarcados volvimos a Phi Phi para darnos cuenta de que ya no queríamos estar allí. Las alternativas eran entonces 2: la primera era ir a Phuket, que según sabíamos era un lugar más saturado aún de turistas. La segunda era volver a Tonsai-Railey, que aunque sonara ridículo, era mejor opción que quedarse en Phi Phi, porque solamente con la diferencia de precio en el alojamiento se pagaba el barco.
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