Yo y la mascota del Hilltop comiendo bananas
Aburridos de la lluvia decidimos dejar Lipe, junto con la Fran y Pipe que nos acompañaban. El destino era Koh Muk: una isla que quedaba a unos 60 kms. más al norte de Koh Lipe, y de la que sólo sabíamos tres cosas: era bonita, había poca gente y era relativamente barata. Tres razones más que suficientes para motivarnos a ir.
La mañana en Koh Lipe llovía tempestuosamente, como en ninguno de los días anteriores. Esto demostró que el desajuste era tan grande que no solo era capaz de retar las leyes climáticas, sino también la todopoderosa ley de Murphy, que indica que el día en que te vas de la playa es el único que va a haber buen tiempo.
Nuestro viaje fue en un lanchón grande y rápido, pero aún así el viaje fue desastroso. Llovió buena parte del viaje y las olas eran muy grandes, por lo que la lancha con su velocidad las saltaba y luego caía violentamente, haciendo volar a todo el mundo. Luego de dos horas de viaje, al fin llegamos a Koh Muk. La parte Este de la isla (por donde llegamos) tiene playas pantanosas con manglares, y una comunidad bastante grande de pescadores. La playa bonita está en el oeste (información que sólo supimos al llegar), por lo que tuvimos que caminar 3 kms. hasta llegar a una cabaña cerca de la playa playa por 400 bath (6.000 chilenos).
La playa era muy bonita. Con acantilados tapados de selva a los lados, algunas olas que hacían entretenido bañarse y, en general, muy poca gente (la mayoría eran familias con niños chicos). Pero lo mejor de todo fue la comida. Saliendo desde la playa y caminando 5 minutos cerro arriba se llega al Hilltop restaurant, atendido por sus propios dueños. Entre las maravillas de este local se cuentan: platos tailandeses típicos a 40 bath (600 pesos) y un postre espectacular de coco con banana por 30 (450 chilenos); cerveza en botella grande a 60 bath; un pájaro negro que habla tailandés y algunas palabras de inglés, sin contar que ladra como perro y maúlla como gato; un perro que se sienta a tus pies, un mono que se para en tu mesa, te abraza y hace otras maldades como tomar a los gatos chicos del cuello y subirse a los muros con ellos; música setentera; y por último, el Hilltop tiene a su dueña. Una gorda que las oficia de cocinera, moza y administradora, que se sienta en tu mesa a comer su propia comida y habla sin parar, en un inglés tarzánico, todas las idioteces por segundo que a una persona se le puedan ocurrir. Es la cosa más hilarante que he visto en mi vida.
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