domingo, 26 de diciembre de 2010

Día 24, 15 de Diciembre: Paraíso de escaladores (con fail incluido)




Ko Muk es una isla muy bonita, pero no hay mucho que hacer en ella. Por lo mismo, decidimos tomar un bote hasta la ciudad más cercana que había en tierra firme para luego seguir hacia el norte hasta Krabi para visitar una playa que nos habían recomendado especialmente: Railey. Llegar a ella es algo complicado. Pues después de llegar a Krabi hay que ir hasta el balneario de Ao Nang. Para eso hay que ignorar a los chantas que te dicen que la única forma es con un taxi que te cobra 500 bath, y subirse a un Tuk Tuk (moto o camioneta con la parte trasera techada) que por 50 te deja en Ao Nang, una especie de Reñaca llena de occidentales comprando en tiendas occidentales y comiendo en restoranes ídem y bañándose en la pésima playa pedregosa que existe. Desde ahí un bote te lleva por 80 bath hasta Railey o a su vecina Tonsai, ambas ubicadas en una península rodeada de acantilados que hacen del bote su único acceso. El error nuestro fue pedirle al botero que nos dejara en Railey y no en Tonsai. Ello porque Railey está monopolizada por resorts caros todo incluido, mientras que en Tonsai hay cabañas botadas de baratas donde alojan todos los escaladores que acá abundan. Cuando nos dimos cuenta de esto quisimos volvernos a Tonsai pero era un poco difícil. Pues la única forma de ir desde una playa a la otra es caminar por las rocas de la orilla (imposible con marea alta como era el caso) o bien tomar el camino de atrás, que subía por un cerro tapado de selva llena de monos, mosquitos y un camino bastante resbaloso. Con las mochilas que llevábamos en nuestra espalda, éste camino que pudo haber sido una linda aventura en otras circunstancias se convirtió en una verdadera tortura. Pero valió la pena, porque una vez llegados a Tonsai logramos encontrar una cabaña por solo 300 bath (4500 chilenos) y disfrutar del ambiente relajado del tipo reggae-relajo que se armaba en la noche (a las doce moría todo eso sí, porque los escaladores estaban a las 8 A.M trepando rocas).

Día 23, 14 de Diciembre: El escondite de piratas, el desembarco de Normandía y mi encuentro con la naturaleza salvaje.

Koh Muk desde el bote.


Ko Muk sería otra de las innumerables pequeñas islas de Tailandia, que pasan desapercibidas sin jamás recibir un visitante, si no fuese por la cueva esmeralda. Para llegar a ella hay que contratar un bote, aunque luego descubrimos que arrendar un kayak era más que suficiente, porque la cueva no estaba tan lejos. Allí, a los pies de un acantilado que corta el mar se abre una pequeña entrada de no más de 5 metros de ancho y dos de alto desde el nivel del mar. El piso de la cueva está sumergido por lo que hay que nadar a través de ella. Luego de unos treinta metros la cueva da un giro, y ya no es posible ver nada, sólo la tenue luz de la linterna que lleva el guía en su cabeza. Así, nosotros seguimos nadando en la oscuridad hasta que vimos una luz al final del túnel, que se hacía más y más grande con cada brazada.

Y al final, la cueva llegó a su fin, y se abrió ante nosotros una playa “secreta”, perfecta para ser el escondite de un tesoro de piratas. La playa está rodeada de acantilados por todos lados, por lo que la única forma de llegar a ella es a través del agua. Además, desde los acantilados se descuelga la jungla de forma increíble, dejando caer lianas que llegan hasta el suelo y que serían la única escapatoria del héroe en la eventual película de piratas.

Además del grupo nuestro, que era de 4 personas, dentro de la cueva sólo nos topamos con unas 5 o 6 personas. Muy buen número porque la playa secreta era chica y no querías toparte con mucha gente más. Pero cuando veníamos saliendo se vino la debacle: frente a la salida de la cueva había tres grandes barcos repletos de gente, que caían como moscas al agua con salvavidas, y se formaban en línea con un guía en el primer lugar. Eran turistas tailandeses de todas las edades que iban hacia la cueva, y mientras nadaban en fila (agarrados de sus chalecos salvavidas) cantaban canciones como boy scouts caminando por el bosque. La imagen me recordó a las películas de la segunda guerra mundial, cuando los soldados aliados bajan por miles en Normandía para ser masacrados por las metralletas nazis. No había aquí metralletas, pero las hubiera deseado si no hubiéramos salido justo antes de que toda esta gente entrase a la cueva.

Luego de eso nos llevaron a hacer snorkel bajo un acantilado que quedaba un poco más allá. Pese a que la visibilidad no era la mejor, vimos un número aceptable de peces, no muy grandes, pero muy coloridos. Yo iba con la Maca nadando al lado y de pronto empecé a sentir algo así como su pelo al lado derecho de mi cara y de mi brazo. Pero se sentía un poco raro, sobre todo cuando el pelo me empezó a pinchar de una forma muy extraña. Ahí fue cuando me di cuenta de que no era de a pelo lo que me pinchaba: era una medusa bastante grande y rosada que se sintió amenazada por mí creyendo que era un tiburón o algo, y me empezó a atacar con sus tentáculos, echándome el ácido que tiene para alejar a los depredadores. Ante esto yo me alejé inmediatamente y nadé hasta el bote que nos había llevado hasta allí con un dolor parecido al de una quemadura, en el brazo derecho, la mitad derecha de la cara y el torso por el mismo lado. No dejaría de dolerme en el resto del día, pese a que me eché vinagre para contrarrestar el ácido y una pomadita para quemaduras y picaduras. Todo se me puso muy rojo por 24 horas, pero luego la piel se puso normal y sólo me quedó una roncha en lo que, era al parecer, la parte central de la picadura. Por suerte, según me dijeron, las medusas de esta zona no son venenosas, y prueba de ello es que sigo vivo, aunque me sentí muy raro todo ese día.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Día 22, 13 de Diciembre: Away we go. Isla escondida y gordita jugosa.

Yo y la mascota del Hilltop comiendo bananas

Aburridos de la lluvia decidimos dejar Lipe, junto con la Fran y Pipe que nos acompañaban. El destino era Koh Muk: una isla que quedaba a unos 60 kms. más al norte de Koh Lipe, y de la que sólo sabíamos tres cosas: era bonita, había poca gente y era relativamente barata. Tres razones más que suficientes para motivarnos a ir.

La mañana en Koh Lipe llovía tempestuosamente, como en ninguno de los días anteriores. Esto demostró que el desajuste era tan grande que no solo era capaz de retar las leyes climáticas, sino también la todopoderosa ley de Murphy, que indica que el día en que te vas de la playa es el único que va a haber buen tiempo.

Nuestro viaje fue en un lanchón grande y rápido, pero aún así el viaje fue desastroso. Llovió buena parte del viaje y las olas eran muy grandes, por lo que la lancha con su velocidad las saltaba y luego caía violentamente, haciendo volar a todo el mundo. Luego de dos horas de viaje, al fin llegamos a Koh Muk. La parte Este de la isla (por donde llegamos) tiene playas pantanosas con manglares, y una comunidad bastante grande de pescadores. La playa bonita está en el oeste (información que sólo supimos al llegar), por lo que tuvimos que caminar 3 kms. hasta llegar a una cabaña cerca de la playa playa por 400 bath (6.000 chilenos).

La playa era muy bonita. Con acantilados tapados de selva a los lados, algunas olas que hacían entretenido bañarse y, en general, muy poca gente (la mayoría eran familias con niños chicos). Pero lo mejor de todo fue la comida. Saliendo desde la playa y caminando 5 minutos cerro arriba se llega al Hilltop restaurant, atendido por sus propios dueños. Entre las maravillas de este local se cuentan: platos tailandeses típicos a 40 bath (600 pesos) y un postre espectacular de coco con banana por 30 (450 chilenos); cerveza en botella grande a 60 bath; un pájaro negro que habla tailandés y algunas palabras de inglés, sin contar que ladra como perro y maúlla como gato; un perro que se sienta a tus pies, un mono que se para en tu mesa, te abraza y hace otras maldades como tomar a los gatos chicos del cuello y subirse a los muros con ellos; música setentera; y por último, el Hilltop tiene a su dueña. Una gorda que las oficia de cocinera, moza y administradora, que se sienta en tu mesa a comer su propia comida y habla sin parar, en un inglés tarzánico, todas las idioteces por segundo que a una persona se le puedan ocurrir. Es la cosa más hilarante que he visto en mi vida.

Día 21, 12 de Diciembre: Gracias de nuevo calentamiento global

Ahora sí que concretamos nuestros proyectos -creímos inocentemente. Porque el clima se siguió ensañando con nosotros y, de nuevo, sólo paró de llover unas dos horas para que alcanzáramos a dar una vuelta loca. Por lo mismo no hay mucho más que contar de este día. Sólo que los lugareños decían jamás haber visto una lluvia así en Diciembre. Que lo que no se ha vista jamás nos toque a nosotros… es mucha mala suerte.

Día 20, 11 de Diciembre: Gracias calentamiento global

La noche estrellada parecía anunciar un día despejado, pero la mañana siguiente demostró lo contrario a lo que el sentido común nos indicaba. Lo extraño es que estábamos en temporada seca. Y dicen que el clima de esta parte de Tailandia es muy predecible. Durante la mitad del año (de mayo a noviembre) es temporada lluviosa, y en Octubre y Noviembre hay monzones. Pero el resto del año es temporada seca y, en teoría, no llueve nada en Diciembre y Enero y sólo un poco de Febrero a Abril. Pues bien, sea el calentamiento global, la influencia de los rayos gamma solares, o la nube que nos acompañaba para arruinarnos el viaje, ese día casi no paró de llover. Y lo poco que paró fue sólo para mostrarnos un poco el sol, sacarnos pica, e invitarnos a la playa para atacarnos luego mientras nos bañábamos para tener que correr a buscar las cosas que estaban en la playa. Con esto todos nuestros proyectos del día (que incluían la visita a una playa lejana u el snorkel) se vieron truncados. Sólo se salvaron la mentada ida a la playa y el paseo botillería-playa a descargar tensiones.

Día 19, 10 de Diciembre: Rogando por un poco de sol

Algo de sol que agarramos en la playa



Koh Lipe es una isla de forma triangular, que en cada uno de sus vértices tiene una playa: Pattaya, Sunshine y Sunrise. Las playas son bastante bonitas y el agua de color turquesa. Y nadando un poco hacia las rocas que las rodean se pueden ver muchos peces de colores. Eran todas esas razones las que nos atrajeron a Lipe, pero el clima se encargó de arruinarlo todo.

Porque cuando nos levantamos en la mañana llovía copiosamente, y no dejaría de hacerlo hasta las dos de la tarde. A esa hora salió el sol y corrimos a la playa con nuestros snorkel, pero el sol solo venía a ratos entre las nubes y también algunas gotas caían. Alcanzamos, eso sí, a hacer algo de snorkel pero la lluvia tenía el mar muy revuelto, y por lo mismo además de algunos peces pequeños no fue mucho más lo que vimos.

Por suerte en la noche se despejó, y gracias al gentil auspicio de la botillería de la esquina, nos fuimos a tomar a la playa justo al lado de donde había bares y onda, aunque pagando la mitad de lo que hubiésemos pagado en los bares.

Día 18, 9 de Diciembre: La playa hippie, que le llaman.

Clásico bote de Lipe y de toda Tailandia.

Pero las playas desiertas terminan aburriendo hasta al más asceta. Y por lo mismo decidimos partir a Koh Lipe, una isla que se ha logrado mantener en la categoría 2 (backpacker-hippie) sin llamar demasiado la atención. De hecho, de todos los chilenos que hemos conocido que han estado en Tailandia (y que son unos cuantos) muchos nos hablaron de Phi Phi pero ninguno de Koh Lipe.

En ésta isla no hay entonces gringos borrachos. Tampoco hay chilenos ni otros latinos, aunque sí hay muchos españoles, franceses y alemanes. La gente en general es algo hippie, o le gustaría serlo, y cuando ya han crecido lo suficiente llegan con sus hijos -siempre rubios- a visitar la isla.

Pero lo más interesante de Koh Lipe, no son los extranjeros, si no los nativos, que representaban aproximadamente la mitad de la población de la isla durante nuestra visita. Éstas no son de etnia Thai (la predominante en Tailandia) sino que son Chaley, también conocidos como los “gitanos del mar”. Ellos son semi-nómades que se mueven al interior del archipiélago en sus botes estacionalmente, para no agotar los recursos marinos. Y si bien algunos trabajaban ahora en el turismo, la mayoría de sigue viviendo como siempre: establecidos en Lipe en esta época porque siempre lo han hecho, pescando y viviendo en pequeñas chozas de bambú que al poco tiempo desarmarán para armarlas en alguna otra isla. Una cosa curiosa de esta etnia son la cantidad de travestis que viven entre ellos. Cuando llegamos a Lipe esto nos asombró: la que te atiende en el restaurant, en la tienda o la que sencillamente ves pasar por la calle son en muchos casos un él. La razón de esto nos fue explicada un día por los barceloneses que eran dueños de las cabañas en las que dormimos: para los Chaley, la hija menor de la familia está encargada de cuidar de sus padres cuando envejezcan. Pero en caso de que el menor sea hombre, entonces sus padres los crían como mujer. Por eso no era tampoco extraño ver niños de 12 o 13 años que vestían y se comportaban como niñas. No nos quedó claro al final si esta costumbre está arraigada sólo entre esta etnia o si el resto de los tailandeses la siguen, pero aunque también hay muchos travestis en otras partes de Tailandia, nunca en tanta proporción como en la isla de Lipe.

Día 17, 8 de Diciembre: La playa desierta, que le llaman.

Como ven, hay que pelear para agarrarse un poco de arena donde poner la toalla.


El plan del día era caminar hasta otra playa que quedaba a una hora y media caminando por la selva, para luego seguir caminando hacia unas cascadas que quedaban media hora cerro arriba. Pero como siempre los planes fueron abortados por las circunstancias. Porque había ahora una carpa disponible y decidimos cambiarnos a ella. Pero entre esperar que nos la dieran, armarla, cambiarla y almorzar nos dieron las dos. Muy tarde para el proyecto de las cascadas. El único problema con las carpas era que a los monos les gustaba abrirlas para buscar comida, y a veces eran capaces de rajar las puertas para entrar. Nosotros mismos tuvimos que espantar a una pandilla de monos que andaban en eso, los que se fueron no sin antes poner caras amenazantes y mostrarnos los dientes.

Le dedicamos la tarde entonces a estar en la playa casi desierta. Y ésta playa es tan increíble que las únicas personas que estaban en ella eran dos rusas unos 50 metros más allá, que no solo tomaban sol en topless, sino que además se sacaban fotos sexys. Además, el espectáculo de dos chinos gordos y pernos que trataban de sacarles fotos “haciéndola piola” fue algo que nos alegró mucho la tarde.

Día 16, 7 de Diciembre: Botellas y monos.



Los monos de Tarutao.

A primera hora tomamos un ferry a Tarutao. Las promesas de “Lonely Planet” parecían irresistibles: en medio del mayor parque marino de Tailandia se aparecía una isla montañosa tapada de selvas habitadas por monos y otras especies. Las selvas acababan en playas prístinas de arenas blancas. Pero como el lugar era parque nacional no había mucha gente y sí había carpas que se podían arrendar por muy poca plata (tres mil peses chilenos la noche) y quedarse en medio de la playa, sin muchos vecinos que molestasen.

Las promesas resultaron ser, en su mayor parte, verdaderas pero con algunas situaciones problemáticas. Lo primero que nos llamó la atención es que, efectivamente, la gente que pululaba por el lugar era más bien escasa. Era más probable encontrarse con un Tailandés que trabajaba allí y se paseaba en una ruidosa moto, que con algún turista francés o alemán con la piel más blanca de lo que quisiera a esta altura de su viaje. De hecho, en el inmenso complejo que recibía a los turistas -donde en medio de los árboles se repartían cabañas, carpas, una tienda, un restaurant y unos baños excelentes- era más probable encontrarse con monos que con gente. Vimos a lo menos tres tipos de monos. Unos eran macacos grandes, de más de un metro de altura que parecían amenazantes con sus enormes colmillos. Ellos se paseaban por las carpas y cabañas buscando algo de comida, por lo que no había que dejar nada afuera o atacaría. También había unos monos pequeños, que andaban en grupos de 10 o 15, haciendo maldades como cabros chicos. Por último vimos, arriba de un árbol, un hermoso pero tímido lemur negro con una franja blanca alrededor de los ojos.

Pero junto con los monos, y la ausencia de gente, había en el parque basura: mucha basura. Según nos explicaron después, las corrientes marinas arrastraban todas las botellas plásticas u otras cosas que pudieran flotar desde todas las islas cercanas a la isla de Tarutao. Las mareas altas se encargaban luego de depositar esta basura en el lugar donde termina la playa y empieza la selva. Al parecer, nadie se preocupaba mucho de esta basura. Y sólo los primeros 100 metros de la playa

principal parecían haber sido limpiados alguna vez. Porque el resto de la playa era un asco.

A pesar de este detalle la playa resultó ser un agrado, auqneu el día que llegamos no había carpas y nos pasaron una pieza bastante poco digna por 500 Bath (7500 chilenos). En la noche, bastante aburridos por la falta de movimiento, buscamos en la playa una fogata y nos quedamos allí con unos franceses y unos alemanes, tomándonos un Alto del Carmen que había viajado desde Chile en Mayo, y sobrevivido a los carretes de mi casa en Shanghai para llegar a morir en Diciembre en esa playa casi solitaria.

Día 15, 6 de Diciembre: A las islas secretas

Escolares musulmanas

Tarutao es un archipiélago que, por alguna extraña razón, ha escapado a la fiebre turística Tailandesa. Fiebre que fue transformando en los últimos 20 años las islas desoladas en destinos backpacker-hippies, para luego convertirlos en reventón adolescente de corte spring break (con full moon party como su mayor estandarte) y últimamente en lugares de resorts de lunas de miel, y paquetes turísticos todo incluido contratados desde el país de origen, cualquiera que éste sea. La isla de Tarutao, en medio del parque nacional que lleva su nombre, logró mantenerse dentro de la primera categoría (playa desierta) justamente por estar dentro de una reserva natural.

Esa isla desierta era entonces la razón de todo. De lo poco dormido del ruidoso tren, de la bajada en el olvidable pueblo de Hat Yai para caminar por cuadras y cuadras bajo la lluvia en busca de un lugar donde nos cambiasen Euros por Baths Tailandeses. Era la razón de la micro rural que tomamos a la ciudad de Satun, en la que subían y bajaban niñas escolares musulmanas, con uniformes que lucían orgullosos los escudos de sus colegios pero dejaban al descubierto sólo su cara, y ni siquiera el cuello para aliviar en algo el calor tropical. Esa isla era la razón por la que volvimos a caminar bajo la lluvia, esta vez en Satun, buscando sin que nadie hablase inglés una forma de llegar al pueblo de Pakbara, de donde salían los barcos a las islas. Y era la razón también por lo que tuvimos que comernos otra tempestad (esta vez peor) en un pueblo de nombre olvidable y olvidado a 10 kilómetros de Pakbara, hasta que un policía se ofreció a llevarnos por nada, con un porque sí que ya creíamos sepultado en la Tailandia de agencias de turismo en cada esquina.

La isla debió esperar eso sí, porque cuando tras esta interminable sube y baja de transportes llegamos a Pakbara, el último barco hace mucho ya que había partido. Por suerte la infraestructura turística contemplaba esta posibilidad y no fue difícil encontrar, por módicos 300 Bath (4.500 chilenos) un lugar donde reposar los huesos.

Día 14, 5 de Diciembre: ¿Adonde era que nos íbamos?

Era hora de tomar decisiones. Y tres posibles destinos se nos aparecían en el horizonte. El primero era visitar la pequeña y bonita ciudad victoriana de Georgetown, en la isla de Penang. La segunda opción era pasar de largo por Penang y llegar hasta la isla más famosa de la costa oeste malaya: Langkawi. La última opción era seguir directo hacia Tailandia, más precisamente al parque nacional Tarutao, primer archipiélago de Tailandia (desde sur a norte, claro).

Luego de cotizar alojamientos y ver posibilidades de trenes y buses, decidimos seguir directo hacia Tailandia. Esa misma tarde compramos pasajes en tren para la noche e invitamos a comer a los iraníes, antes de tomar el tren que nos llevaría al norte, a eso de las 10 de la noche.

Día 13, 4 de Diciembre: Into the wild… or not.

El plan para el día era fantástico. Repartidas por el Taman Negara se encuentran ciertas plataformas de observación, en las que se puede pasar la noche y esperar que se aparezcan los animales. De todas esas plataformas, la mayoría está a no más de 4 kilómetros de la entrada al parque, y por lo tanto son más frecuentadas por turistas que por animales salvajes. Pero existe otra que se encuentra 11 kms. selva adentro. El plan era entonces caminar esos 11 kms. llegar a la plataforma y pasar la noche allá para volver al otro día. En la tarde anterior habíamos comprado provisiones suficientes, y todo parecía andar bien.

Sin embargo, el clima nos jugó una mala pasada. Llovió toda la noche y al día siguiente en la mañana seguía lloviendo, sin tener mucha cara de querer amainar. Pero como esto era la selva, y la oportunidad era única, decidimos seguir delante de cualquier manera. Tomamos entonces nuestras mochilas (cargadas de agua, comida y ropa seca embolsada para que no se mojara) y nos largamos a caminar. A los pocos metros descubrimos que la lluvia no era algo tan problemático como imaginamos. Porque el follaje de la selva es tan espeso que la mayor cantidad de lluvia es detenida por él y llevada hacia los troncos, por donde baja sin molestar mucho. Tampoco se formaban tantas pozas como pudimos imaginar, porque las hojas y ramas en descomposición armaban un colchón vegetal que absorbe el agua. Los primeros dos kilómetros de marcha transcurrieron entonces en una relativa normalidad hasta que empezamos a toparnos con las sanguijuelas.

Para mí las sanguijuelas eran unos bichos viscosos parecidos a las babosas, que viven en ríos y pantanos y absorben la sangre de los animales (sean racionales o no). Pero lo que había en esta selva era un poco distinto. Desde el barro surgían pequeñísimos gusanos, no más grandes que una lombriz, y con su parte trasera un poco engrosada. Estos bichos asomaban su cabeza hacia arriba, como buscando de donde agarrarse, y a veces se ponían a caminar apoyando la cabeza y luego el trasero en el suelo. Si alguno de nosotros pasaba por allí, estos gusanitos se pescaban con una fuerza increíble, y comenzaban a treparse rápidamente por los pies, buscando algún lugar por donde meterse y empezar a tomar sangre. Eran muy rápidos para subir, y muy difíciles de sacar. SI se agitaban los pies ellos ni se inmutaban, y seguían muy agarraditos como si nada. Si se los sacaba con la mano se colgaban de ella intentando chupar sangre. La única forma de sacarlos era echándoles sal, con lo que se bajaban de los pies como un quiltro asustado. Por suerte nosotros llevábamos sal para la ocasión, pero de igual manera la situación no era muy bonita. Desde el segundo kilómetro en adelante, cada vez que parábamos teníamos que sacudirnos a 5 o 6 de estos bichos, que se las arreglaban para, incluso con sal, seguir pescados de la ropa. Cuando ya llevábamos cuatro kilómetros la Maca sencillamente entró en colapso nervioso. “No puedo aguantar esto más” –decía- “estos bichos son lo más asqueroso que he visto en mi vida, y en el refugio también va a haber, y mañana también”. La situación era desesperada así que no quedó otra que volverse. En total, entre ida y vuelta caminamos 8 kilómetros por la selva.

Luego de esto, desmoralizados por la crueldad de la selva decidimos volver mientras podíamos a Kuala Lumpur, a casa de nuestros amigos iraníes. Ellos nos recibieron, como siempre, con comida, música y dulces iraníes, y con shisha para fumar.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Día 12, 3 de Diciembre: Welcome to the jungle.

Canopy Walk

Para nuestra propia sorpresa a las 7:50 estábamos desayunados, duchados, vestidos y con las mochilas empacadas para tomar el bus. EL viaje duró poco más de una hora y ya estábamos en el parque nacional Taman Negara, en donde nos instalamos en un hostal por 1500 pesos chilenos cada uno.
Taman Negara es la selva más antigua del mundo, y en su interior viven miles de especies endémicas, además de otras en serio peligro de extinción como el tigre asiático, el elefante asiático, el oso perezoso y el lemur anteojudo. La temporada en la que nosotros íbamos era la temporada baja, ya que entre Noviembre y Marzo estamos aquí en plena temporada lluviosa, lo que implica básicamente que llueve todos los días.
Ahora bien, por suerte el día que llegamos no llovió nada, por lo que pudimos hacer el canopy walk: una caminata a 30 metros de altura de un árbol al otro, por medio de puentes muy angostos sujetados por cables de acero. La experiencia es increíble pues permite conocer la selva desde un ángulo inusual para los humanos: el de las copas de los árboles. Luego de eso hicimos un circuito de trekking de aproximadamente 5 kilómetros, en los que conocimos a algunos viajeros como nosotros, y vimos algunos insectos y plantas interesantes.

Día 11, 2 de Diciembre: Pit Stop

El plan del día era sencillo: tomarse un bus al pueblo de Jerantut, al norte de KL, desde donde tomaríamos un barco o un bus a Taman Negara, lugar con numerosos hostales baratos donde quedarse. Ese era el plan, claro, porque entre el despertar tarde producto de la caña, el trámite de la ducha y el desayuno, y el trámite peor de hacer las maletas y despedirse, no logramos salir de Kuala Lumpur sino hasta pasadas las dos.
Luego tomamos el bus a Jerantut, pero para cuando éste llegó a destino (a eso de las 6) no había ya manera alguna de irse a Taman Negara, salvo claro, que pagásemos un taxi a un precio exorbitante. Así, ante ese panorama fuimos a comer algo de comida malaya (que es generalmente ácida y picante, muy picante) y nos fuimos a acostar para tomar el bus a las 8 A.M del día siguiente.

Día 10, 1 de Diciembre: Día KL, noche Iraní

Las famosas Petronas
Mohammad fumando Shisha.





Pese a ser la capital de Malasia, y a tener dos rascacielos que hace no mucho eran los más grandes del mundo, Kuala Lumpur es una ciudad no muy grande (dos millones de habitantes) y más bien tranquila. No es tampoco una ciudad muy antigua: Malasia sólo se formó (junto con la ciudad) hace 50 años cuando varios jeques decidieron armar este país que se define musulmán, pero acepta libremente una gran cantidad de personas de otras creencias y razas diferentes a la malaya (siendo las principales chinos e indios).
En Kuala Lumpur recorrimos un poco y nos juntamos con Pipe y la Fran, chilenos que habían trabajado junto con la Maca en el pabellón en la Expo. No hay muchas cosas memorables de ese recorrido, salvo el mercado centralo de KL, en donde existe una piscina con peces que te comen las partes muertas de la piel. Hay que pagar 750 pesos para meter 10 minutos los pies a la piscina. La verdad es que es un poco perturbador al principio sentir como cientos de peces te picotean la piel, pero tras un rato resulta ser más tolerable e incluso agradable.
En la noche fuimos con Pipe y la fran al pequeño Teherán (el departamento de los Mohammeds para los que aún no han entendido). Allí cociné mi especialidad casera chilena: pollo arverjado para todos los presentes. Acompañado esto de algunos tragos que uno de los Mohammads no tenía, para mi sorpresa, problemas en tomar (digo para mi sorpresa porque los musulmanes no pueden beber alcohol, aunque éste en particular no estaba muy preocupado por la religión). Luego de eso pasamos a fumar Shisha al estilo Iraní, escuchando también música Iraní. La noche estuvo muy entretenida y, al igual que antes habíamos estado por una noche en Portugal, estuvimos ahora por una noche en Irán.

Día 9, 30 de Noviembre: Bienvenidos a Teherán

La mañana siguiente fue aburrida. Levantarse, ir a cambiar plata, a buscar las visas chinas, hacer maletas e irnos al aeropuerto de Hong Kong. El destino: Kuala Lumpur, capital de Malasia. ¿La razón por la que íbamos para allá? Sencillamente porque no podíamos seguir en China sin visa, y éstas duran sólo un mes. Por lo tanto decidimos salir de China, dar una vuelta en los alrededores, sacar otra visa y volver dos meses después a China a recorrer el sur y volver a Chile. Así que el plan (muy poco estudiado por lo demás) era volar a Malasia, y subir por tierra por Tailandia, Cambodia, Laos y Vietnam hasta volver a China.
En Kuala Lumpur nos esperaba otro amigo couchsurfer: Mohammad Tagid. Él es un iraní que está estudiando un MBA en KL (como le llama todo el mundo). Así, tras llegar a Malasia y pasar por la inmigración, nos tomamos un bus hasta la estación central de KL, donde nos esperaba Mohammad para, en su cafichón auto, llevarnos a su casa, donde vive con otro iraní (también llamado Mohammad) y un Saudí llamado Abdullah.
La noche se nos pasó escuchando música Iraní, comiendo pistacho y hablando sobre Irán y sus maravillas. Pero sobre todo, apreciando la increíble hospitalidad de nuestros nuevos amigos. El “pequeño Teherán” resultó ser un muy buen lugar para estar.

(no hay fotos de este dia, fue muy fome)

Día 8, 29 de Noviembre: Cámaras y Sushis

Comiendo Sushi con Sean

La Noche Honknonesa




Sean es un Hongkonés que estudia medicina tradicional (léase china) y que tiene el objetivo de
conocer 50 países antes de los 30 años (lleva como 20 y tiene 25 años). El vive con su mamá y su hermano en un departamento minúsculo del Kowloon, pero es tan generoso que nos prestó la parte de abajo del camarote de su pequeña pieza para que durmamos. De hecho, esta era la segunda vez que dormíamos en su casa, puesto que meses antes, en nuestro primer viaje a Hong Kong para alargar mi visa de “turista” en China, ya nos había alojado.
Pues bien, el día en Hong Kong fue más bien aburrido. Las atracciones mayores de la ciudad ya las conocíamos por nuestro anterior viaje, así que esta vez nos dedicamos a tramitar una nueva visa para entrar en China (que no usaremos hasta dos meses más) y a comprar una cámara semi profesional que la Maca quería (Hong Kong es una de las ciudades más baratas del mundo para hacer esto). En eso se nos fue básicamente el día, aplanando las callejuelas de Hong Kong tapizadas de carteles luminosos, carritos de comida y bazares improvisados para encontrar la mejor oferta en cámaras fotográficas.
En la noche sólo nos juntamos a comer con Sean en un “All You can eat” de Sushi que sólo costaba 2 lucas chilenas.

Día 7, 28 de Noviembre ¿y a esto le llaman playa tropical?

Por mala que fuera la playa, la camara y la modelo eran buenas.
El famoso hotel Lisboa.





El despertar fue muy lento. Y el plan para ese día no era muy elaborado. Sencillamente queríamos dar algunas vueltas por la ciudad, y conocer quizás las islas de Taipa Y Coloane, pertenecientes también a Macao. En teoría las islas tenían playas, así que partimos directo allí cuando ya eran pasado las dos. En el camino, eso sí, había un par de cosas que llamaba la atención. Llegando a Taipa (después de atravesar un puente inmenso) estaba el Venetian Casino, que simulaba una calle de Venecia con sus canales, puentes y góndolas. Éste Casino es a su vez la copia de uno de Las Vegas, por lo que estábamos en frente de la copia de una copia. Sólo falta que en la copia feliz del Edén construyan una copia del Venetian de Macao para que el mundo termine de irse a la cresta.
Pero finalmente el busesito que nos llevaba llego a la playa de Coloane, de arena tirando a gris pedregosa, basura en la playa y gente bañándose con polera. En resumen: un desagrado, aunque nos sentamos en la arena a comer tutos de pollo que vendía una señora en un carrito-parrilla.
Ante ésta decepción volvimos a Macau a jugarnos la suerte al Casino Lisboa. Empate exacto entre nosotros y el casino pues salimos con lo que entramos. Y no hubo mucho más este día, volvimos a pasear por el centro de Macau. Comimos Churrascos exactamente iguales a los chilenos aunque sin palta, nos despedimos de Catarina con las clásicas promesas de reencuentro y partimos a Hong Kong, a casa de nuestro amigo couchsurfer Sean Yuen (dato para viajeros: couchsurfing.org es una red de personas dispuestas a recibir gente en sus casas gratuitamente a lo largo del mundo. Yo recibí a algunos en Santiago y por lo tanto tenía buenas referencias para que la gente me recibiera en Asia).

sábado, 4 de diciembre de 2010

Día 6, 27 de Noviembre: viaje eterno y noche de fado

Guitarrista de Fado

Bus Cama


El camino desde Xiamen hasta nuestro siguiente destino: Macau, estuvo lleno de incidentes molestos. Permítaseme la lata de hacer una cronología para trasmitirles parte del tedio que esto significó.

1:00 A.M: A las 11:30 había logrado quedarme dormido cuando la “azafata” del bus se largó a gritar como demente para que nos bajáramos. Había un control policial, y esta cosa chica de voz chillona, nos gritaba en chino para que nos bajásemos rápido. Fuimos los últimos en bajar del bus, lo que aumentó su enojo. Para peor, el control policial era sólo para los chinos, así que la despertada y los gritos fueron en vano. Por cierto, fuimos los últimos en subir al bus.

6:00 A.M: Sin haber podido dormir por culpa de la “azafata” que caminaba y me pasaba a llevar un pié cada vez que osaba quedarme dormido, llegamos al terminal de Shenzhen. Como todo se veía muerto y apagado decidimos esperar un rato.

7:00 A.M: Salgo en misión exploratoria para descubrir que estábamos en la frontera misma con Hong Kong, y que por lo tanto podríamos cruzarla caminando. Vuelvo donde la Maca para ir a buscar las mochilas.

8:30 A.M: Empezamos a caminar hacia la frontera.

9:00 A.M: Llegamos a hacer la cola del lado chino de la frontera.

10:00 A.M: Terminamos al fin de hacer las colas y pasamos a Hong Kong. Nos subimos al Metro.

10:40 A.M: después de varios cambios de línea y subidas de escalera (todo esto sin haber dormido, sin desayuno y con mochilas de 20 kilos en la espalda) llegamos al terminal marítimo de Hong Kong y compramos pasajesen ferry a Macau. El barco sale en una hora más.

11:40: Luego de un breve desayuno, y tras pasar por la aduana y las colas nuevamente, nos subimos al barco ultrarápido que nos lleva a Macau.

12:00: Llegada a Macau, empezamos a hacer la cola de la aduana.

2:00 P.M: Tras una insoportable cola de casi dos horas (con sueño y mochilas en la espalada, recuerden) terminamos de hacer la cola.

2:30 P.M: Llega en taxi al terminal Catarina (nuestra principal razón para haber ido a Macau). Ella es una portuguesa de Macau que conocimos en Gaobei, y que se ofreció a alojarnos en su casa. Al llegar la llamamos y se ofreció amablemente a irnos a buscar en su brake de almuerzo (ella es periodista y trabaja en la televisión de Macau)

3:00 P.M: Tras la agotadora jornada nos instalamos en la casa de Catarina.

Después de una pequeña siesta salimos a recorrer Macau, una ex colonia portuguesa muy extraña. Es un lugar muy pequeño, pequeñísimo diría yo, donde además de los chinos, viven grandes comunidades de indios, filipinos y portugueses. La arquitectura e portuguesa y todos los letreros están en portugués y chino, a pesar de que el 99% de la población no tiene idea de portugués. Además, la ciudad es conocida por ser “Las Vegas del este”. Acá los millonarios chinos y japoneses gastan sus fortunas en los enormes y extravagantes casinos. Tras el recorrido entonces, nos juntamos con Catarina para salir.

Primero fuimos a un restaurant chino con dos amigos portugueses de ella: uno era enfermero en el hospital, y el otro era quizás el guitarrista de fado más famoso de Portugal. El fado es la música tradicional de Portugal, es muy triste y suena como una mezcla entre música flamenca y tango. El guitarrista en cuestión se llama Paulo y compone y toca las canciones de una superestrella del fado llamada Katia. Luego de comer (una comida excelente, hay que decirlo) nos fuimos a un barcito portugués. Allí, por dos horas nos sentimos en Lisboa. Tanto la decoración, como la comida y las bebidas eran portuguesas. Toda la concurrencia era también portuguesa, y se saludaban alegremente cuando entraban al restaurant, cuestión nada extraña pues el número de portugueses viviendo en Macau no pasa de 3000. En esa atmósfera el dueño del restaurant (que estaba sentado en un rincón tomando oporto) le pidió al guitarrista que tocara algunas canciones. Él sacó entonces su guitarra portuguesa (que es muy especial porque es de cuerpo redondo, y diez cuerdas en cinco pares) y se puso a cantar los clásicos de Portugal. Todo el bar coreaba menos nosotros, pero la experiencia fue muy especial. Después de un rato, y con ayuda de las letras que Catarina me mostraba en su celular, yo mismo canté una canción dedicada a Lisboa. Al final, el guitarrista incluso nos tocó algo de Violeta Parra y Victor Jara, que fuimos capaces de cantar hasta donde la memoria nos daba.

Día 5, 26 de Noviembre: La isla europea y el bautizo chino.

Mi nombre en Chino: Di Jia
Macuca croqueando en Gulang Yu



Temprano en la mañana partimos al terminal a comprar pasajes en bus para Shenzhen, en la frontera de China con Hong Kong. Luego de eso partimos a la pequeña isla de Gulang Yu, frente a Xiamen. Como decía la isla es muy pequeña, pero está llena de atracciones. Despues de la guerra del opio, en la década de 1850, los chinos autorizaron a que aquí se instalaran los mercaderes de las potencias europeas. Así, ingleses, franceses, portugueses, españoles, holandeses, italianos y alemanes se instalaron en la isla y llenaron sus estrechas calles de casas grandes y bonitos parques. Hoy no queda acá ningún europeo (los explulsaron los japoneses en la segunda guerra mundial) ni tampoco vienen muchos turistas occidentales (sólo vimos dos), pero la isla sigue siendo muy interesante, por esa mezcla de arquitectura europea y gente, tiendas y comida china. Es muy recomendable acá almorzar en las calles del centro, donde la gente pone mesas en la calle y ofrece platos marinos por muy poco (un almuerzo puede costar mil pesos chilenos). Así, luego de divagar todo el día por la isla volvimos a Xiamen.

Mientras caminábamos de vuelta al hostal pasámos por la calle de los calígrafos de Xiamen. De pronto, nos quedamos mirando una tienda o taller, donde un profesor le enseñaba caligrafía a una niña. Como nos vieron sacando fotos nos invitaron a pasar. En mandarín y algo de inglés, logramos comunicarnos con el profesor, y otra profesora que ahí había, quienes nos invitaron a tomar té. Mientras estábamos en eso, nos preguntaron cuales eran nuestros nombres chinos, y cuando les dijimos que no teníamos procedieron a bautizarnos. Yo pasé a ser Di Jiao que significa “hermano mayor que ilumina la inteligencia”. La Maca pasó a ser Ma Ka, que por problemas idiomáticos nunca entendimos bien lo que significaba, aunque algo tenía que ver con el color café de su pelo. Luego, el maestro calígrafo procedió a escribir nuestros nombres en un pliego de papel de arroz, con el pincel y la tinta tradicionales. Los nombres quedaron increíbles, y esperemos que logren llegar a Chile para ser enmarcados.

Luego de esto nos fuimos al hostal a buscar nuestras cosas y partimos al terminal. Nos tocaba un bus cama. Lo que en china significa… un bus con camas. Por alguna razón este notable invento no ha llegado aún a Chile, pero es bastante cómodo y superior a la basura que en Chile venden como bus cama. Pero antes que pudiéramos quedarnos dormidos nos dimos cuenta de algo: nustros nombres chinos, úncio recuerdo de nustro bautizo que algún día estarían enmarcados en nuestra casa se habían quedado en el hostal. Hasta la fecha hemos hablado con ellos, que lograron ubicarlos y estarían en condiciones de mandarlos a Shanghai. Ojalá que así sea.


martes, 30 de noviembre de 2010

Día 4, 25 de Noviembre: De toures y tacos.

Los gallos y las viejas volvieron a despertarnos muy temprano al interior del Tulou de Gaobei. Por lo tanto, y ante la ausencia de ducha (ni baño, esto es la edad media, aunque no tanto porque el balde que lo suplía era de plástico y no bambú) nos levantamos tempranito a recorrer el Tulou. La arquitectura de este edificio era impresionante. Al enorme anillo exterior de 4 pisos (en el que dormimos nosotros, más precisamente en el tercer piso) se le sumaban cuatro anillos más al interior con cocinas, casas, bodegas y finalmente un templo taoísta. Ahora bien, a pesar de lo impresionante del lugar, el turismo había ciertamente robado algo de la magia original del lugar, y que aún conservaba Chuxi. En este Tulou la gente se dedicaba ya, casi exclusivamente al turismo. Esto es, a la venta de té, souvenirs, libros, dulces, y monitos plásticos made in china como los que se pueden comprar en la feria de Iloca. Aunque aún existían algunas viejitas que vivían su vida como siempre al interior del Tulou. Otra señal poderosa del efecto del turirmo es que si, por un lado, en Chuchi cualquier terreno cultivable estaba cultivado con pequeñas huertitas labradas a mano, acá muchos potreros lucían abandonados, al no haber nadie ya dispuesto a trabajarlos.

Por otra parte, a eso de las 11 hicieron su aparición magistral uno de los peores enemigos que cualquier visitante va a encontrar en China: los tures. Estos son encabezados por una joven china que las oficia de guaripola. Lleva una banderita y un pequeño parlante por el que no deja de hablar atropelladamente como si se acabara el mundo. Atrás de ella vienen 20 o 30 chinos sacándole fotos a cualquier cosa que se mueva, atropellándose y empujándose, gritándose de un lado a otro, bloqueando las puertas, las salidas, los pasillos, todo. Lo peor es que los chinos son tan programados que todos andan en tour. Cuesta encontrar alguno con el nivel de independencia suficiente como para conocer algo por su propia parte, pues sencillamente están habituados a seguir a la masa. Por lo mismo la cantidad de toures a eso de las 11 se hacía enfermante dentro del Tulou, y como habíamos recorrido la mayor parte de él decidimos escapar.

Una vez afuera recorrimos otros Tulou que había en los alrededores, almorzamos una típica comida china y pensamos que hacer a continuación. Las opciones aran 2: o bien nos íbamos a otro grupo de Tulous (el más grande y conocido) o bien nos escapábamos a Xiamen, en la costa sur de la provincia de Fujian. Por una serie de razones (entre ellas económica pues ir a ver los otros Tulou era muy caro) decidimos partir a Xiamen con cualquiera de los buses turísticos que había en el lugar, que volverían a Xiamen y que por un monto negociable nos llevarían también.

Y así lo hicimos, aunque el camino nos depararía algunas sorpresas. Los pasos montañosos por los que andábamos eran muy bonitos. De los cerros se descolgaban hacia las quebradas los bosques de bambú y las selvas. Abajo en los valles, las aldeas Tulou se multiplicaban en número, rodeadas de colinas aterrazadas sembradas de arroz y bananas. Viendo ese paisaje estábamos cuando de pronto el bus se detuvo en un taco. Más adelante se podía ver que la calle estaba tapada por rocas que habían caído desde un corte en el cerro que había en ese lugar. Primero pensamos que era un derrumbe, pero después descubrimos que había máquinas arriba del cerro tirando rocas al camino, y que luego un buldozer pasaría limpiándolo. En esa media hora de espera nos bajamos y nos hicimos amigos de unos daneses que por ahí andaban, y volvimos a hablar con una portuguesa de Macao que habíamos conocido hace poco en Gaobei. Cuando el buldozer al fin pasó, el camino todavía se veía algo inestable. En cualquier momento las rocas de arriba caerían y aplastarían a algún auto. Por eso todos los que hacían la fila esperaban que el camino se despejara, y luego pasaban muy rápido para no arriesgarse.

Después de eso al micrero se le acabó la bencina, aunque por suerte traía un bidón de reserva y pudimos seguir. Además el conductor se perdió varias veces en el camino, y dentro de Xiamen mismo, por lo que al final el viaje que debía ser de tres horas, terminó siendo de casi cinco. Llegando a Xiamen nos bajamos en un McDonalds para usar el Wi Fi, buscamos en internet un hostal y nos fuimos allá (tip: en internet decía que no habían habitaciones disponibles, pero en el hostal sí había, esto suele pasar).

He aquí una vista del taco que nos comimos



Y de los Tulos por fuera
Y por dentro.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Día 3, 23 de Noviembre(Chuxi Tulou Village, Gaobei):

Los numerosos gallos del pueblo de Chuxi, además de las viejas que gritaban a igual volumen nos despertaron a eso de las 7. Y la verdad es que no fue tan mala idea, pues apenas nos asomamos a la ventana pudimos ver el increíble pueblo de Chuxi. Un lugar en medio de las montañas donde, aunque suene cliché, el tiempo se había detenido. Frente a nosotros veíamos un pequeño riachuelo en el cual nadaban muchos patos, y al frente los 4 Tulous principales: construcciones de tierra circulares (salvo algunas cuadradas) de 4 pisos de altitud, y como telón de fondo otros Tulous y casas de barro, para llegar finalmente a las terrazas donde se cultivaba arroz, todo esto circundado por cerros tapados de bosques de bambú. En el pueblo no había autos, todo era escaleras con riachuelos entrecruzados, y pequeñas chacras sembradas por allí y por acá de lechugas, papas, arroz o caña de azúcar.

La gente de Chuxi era muy amable. Algunos de ellos con suerte hablaban mandarín (que a esa altura era para nosotros como que alguien hablara inglés) pero se esmeraban en ser amables con nosotros porque sí. Cada saludo de una señora era una invitación a tomar té (cultivado por ellas mismas por cierto) y a sentarnos con ellos. La población eso sí, estaba compuesta básicamente por abuelos y nietos, porque los padres se habían ido, quizás hacia donde, a buscar suerte.

Lo más increíble de la experiencia era sentir que de verdad estábamos viendo cómo vivían los chinos de este pequeño pueblo rural, pues aunque habían algunos puestitos de artesanía, los turistas brillaban por su ausencia. Sólo vimos un grupo de 4 en todo el día, los que por cierto, eran chinos. Así, luego de recorrer el pueblo, jugar con los niños y escaparnos de unos guardias que querían pedirnos la entrada (la que como repito: no pagamos porque llegamos muy tarde) decidimos ir a hacer un trekking por los alrededores. Nos fuimos caminando entonces por las terrazas de arroz hacia arriba, hasta llegar a un pequeño camino que subía los cerros limitando las terrazas con los bosques de bambú. Luego de unos 25 minutos llegamos a otro pueblo Hakka, también con varios Tulou pero al que, al parecer, no se había somado nunca un turista. Por lo mismo el pueblo era algo decadente, muchos tulous se habían transformado en enormes gallineros, y los escasos habitantes, todos ancianos, nos miraban con desconfianza: era lo más cercano a un pueblo fantasma en lo que he estado.

Después de eso seguimos por el camino que giraba hacia la izquierda y cruzaba el río que cortaba el valle, y llegamos a otro pueblo Tulou., menos abandonado que el anterior pero igual de recóndito. Acá nos ocurrió algo extrañísimo. Una señora que , como todas, separaba las hojas de té de sus palitos, nos invitó a conocer un Tulou que quedaba unos 500 metros cerro arriba. La acompañamos entonces y lo que encontramos era sorprendente. En el centro del Tulou, donde habitualmente había gallinas, había árboles y una fuente de agua. Las escaleras y los corredores, de una madera habitualmente envejecida, estaba aquí casi nueva. Las habitaciones que siempre eran oscuras, acá habían sido remodeladas e iluminadas, y tenían grandes camas de blancos cubrecamas. Los baños modernos por lo general en los Tulou no existían, pero acá no sólo existían, sino que tenían azulejos y artefactos como los de cualquier baño de un hotel. En resumen: el Tulou había sido adaptado como hotel el problema es que… no había nadie allí!! Ni siquiera había turistas en Chuxi, y menos en este pueblo al que se llegaba después de 30 minutos caminando cerro arriba entonces ¿por qué hacer esa inversión? ¿quién la había hecho? ¿Quiénes esperaban que llegaran hasta allá? Nosotros preguntamos el precio también, pero al ser muy caro y requerir que subiéramos las mochilas cerro arriba, decidimos no aceptar, pero el misterio quedó flotando en el aire.

Después de esto volvimos a Chuxi a decidir qué hacer, y tras pensarlo mucho decidimos partir a otros Tulou, que quedaban algo lejos de allí pero eran muy famosos. Negociamos entonces con algunos lugareños (todo esto en chino, por descontado que se hablara inglés), hasta que logramos que por 200 yuanes nos llevaran a Gaobei, que es el Tulou más grande de los que existen.

Así, luego de unos 45 minutos por caminos horribles, llegamos a este famoso Tulou, que se encontraba en un valle mucho más accesible que los anteriores y, ere, por consiguiente, bastante más turístico, lo que se podía apreciar de inmediato por la cantidad de hostales, restauranes y tiendas que había en los alrededores. Sin embargo, la picardía del chileno otra vez primó, y descubrimos que a esa hora ya no había que pagar para entrar al Tulou más grande (la entrada costaba 50 por persona), y aunque ya era de noche, conseguimos que una señora nos arrendara una pieza adentro del Tulou mismo, por módicos 40 yuanes, y así en la mañana podríamos verlo sin tener que pagar la entrada.


kjnkjn




Aquí va una imagen de uno de los Tulou por dentro:





Y esta es la panorámica del pueblo

jueves, 25 de noviembre de 2010

Crónicas viajeras 2- Longyang- Chuxi Tulou Vilage



Día 2 (22 de Noviembre): Longyang-Chuxi Tulou Vilage

A las 6 de la mañana nos despertaron las luces del tren, junto con una música pop bastante insoportable. A éste hora comienza la vida en China, y ante eso no hubo más que adaptarse (aunque tipo 9 volveríamos a quedarnos dormidos). El paisaje por el que avanzaba el tren era una región montañosa típicamente china. Pero ésta tenía varias particularidades. Primero: a pesar de estar en el campo, las casas de la gente en muchas ocasiones eran edificios de tres o cuatro pisos, que se elevaban entre los campos sembrados de arroz (en las zonas bajas) y té (en las zonas altas). Además, cada cierto trecho se aparecía una gran industria, en medio de la nada, con sus chimeneas tirando humo al cielo (bueno, en alguna parte tienen que fabricar todos los made in china. Junto con eso, impresionaban las obras de infraestructura en construcción. Aquí y allá se elevaban puentes y túneles a medio terminar, tan grandes como jamás había visto. Se nota que el gobierno chino tiene mucha plata, y que quiere invertirla en infraestructura. Cada cierto tiempo también, y en medio de la nada, aparecían pueblos y ciudades no muy grandes (tipo Molina) pero con edificios de 20 pisos. Por último, otro asunto extraño del paisaje era la intensidad con la que se cultivaba la tierra: cualquier rincón era útil, y eso incluía la orilla misma de la línea del tren, o el metro de tierra entre una vía y la otra.

A cierta hora nos dio por recorrer el tren. Queríamos ir hasta el coche comedor para (pese a que llevábamos comida) ver qué tenían ellos que ofrecer para comer o tomar. Recorrimos entonces más de 7 carros de este tren, que eran estrictamente iguales salvo por el de primera clase, con piezas individuales de 4 camas más anchas y blandas que las nuestras. Cuando llegamos al restaurant, eran justo las 12: hora estricta e almuerzo china. Pero no había ningún cliente, todo lo que se veía eran 5 o 6 mozos (para 8 mesas) un par de guardias, y unas señoras cuya profesión ignorábamos. Todos ellos se repartían por el restaurant, echados en las butacas tomando té y fumando (pese a que había por lo menos 5 advertencias de no fumar). Cuando quisimos sentarnos en una de las mesas con mejor vista y luz, nos llegaron a preguntar lo que queríamos, y viendo los platos que ofrecían, les dijimos que no queríamos nada. Entonces nos corretearon de las mesas diciendo que eran para comer. ¿quién?- pregunté: ¡aquí no hay nadie! Es para que comamos nosotros –nos dijeron los mozos. Ante tan brillante argumento optamos por no pelear y nos pusimos en un rinconcito, mientras ellos se repartían en las butacas, echados como si nada.

Después de varias horas llegamos al fin hasta nuestro destino: Longyang. Cuando ya eran las 4:50 de la tarde. Nuestro destino era incierto. Sabíamos que queríamos ir a conocer los Tulous: enormes casas de barro circulares, perdidas entre las montañas de la provincia de Fujian, en las que viven de forma comunitaria grandes grupos de una etnia particular llamada los Hakkas. El problema de llegar a ellas es que en guías turísticas como Lonely Planet, e incluso en internet, la información es más bien escasa. Y por lo tanto, llegamos a Lonyang sin saber mucho qué hacer a continuación. Sabíamos eso sí que los Tulous se encontraban en el condado de Yonding, y por lo tanto, llegando a Lonyang preguntamos si había algún bus al pueblo de Yonding, para ver si desde allí podíamos llegar a los Tulous. Nos mandaron entonces al terminal de buses en una moto-taxi, que por 4 yuanes (advertencia para el futuro: el yuan vale aproximadamente 75 pesos chilenos) nos dejó en el lugar. Pero en el terminal ya no había buses, el último había salido 20 minutos antes.

Por lo tanto nos vimos en la posibilidad de, o bien buscar donde alojar en una ciudad que no tenía absolutamente nada atractivo, o buscar la posibilidad de llegar a los Tulou como fuera. Optamos por lo último y nos dedicamos a parar taxis hasta que conseguimos uno que se ofreció a llevarnos por 200 yuanes a un grupo de Tulous que elegimos al azar entre los que teníamos escritos en una lista: ese era Chuxi.

Luego de más de una hora por un camino imposible de malo, y con empacho del taxista incluido, quien se negaba a seguir llevándonos a menos que le pagáramos más plata, llegamos a Chuxi cuando eran las 7 P.M, hora que en el campo chino es ya noche plena y la gente duerme, por lo que difícilmente había alguna luz encendida en el pueblo. Pero por suerte había una, y era una residencial que se ofreció a alojarnos por 80 yuanes. EL taxi y el alojamiento salieron algo caros, pero por haber llegado tarde nos libramos de pagar la entrada el pueblo, que costaba 70 yuanes por persona, y por lo mismo, el negocio terminó siendo beneficioso.



Cronicas Viajeras 1


Un Chileno en Shanghai ya no está en Shanghai. Dejé atrás los niños chinos y salí a recorrer (acompañado por supuesto). Pero como el blog a tenido un relativo éxito, casi tan grande como el de René de la Vega en sus mejores tiempo, he decidido mantener el nombre y mostrarles mis crónicas viajeras... que las disfruten.

Día 1 (22 de Noviembre): De Shanghai a Longyang.

Terminar de desocupar nuestro departamento fue una odisea. 7 meses de vida en Shanghai se arrumaban en cajones y repisas. Muchas de las cosas que, por ese afán humano de la recolección, fuimos juntando, ahora se mostraban como recuerdos inútiles, no necesarios para la vida nómade que ahora llevaríamos.

Pero al fin, tras botar, regalar y guardar, estuvimos listos para dejar Fumin Lu 61. Nuestra vida se redujo entonces a dos mochilas de aproximadamente 20 kilos (muchos de los cuales serían comidos o bebidos pero reemplazados por otras cosas). Con eso en la espalda tomamos el metro de Shanghai, y partimos a la estación de trenes.

Los trenes chinos son de muchas categorías; los hay de levitación magnética que pueden llegar a 450 kms. por hora, trenes bala, que llegan a 250, y trenes más humildes que llegan a 120 o menos kms. por hora. Nuestro tren era de los que llega a 120, y luego de una breve espera (y una comida en un “McDonalds” de comida japonesa) nos subimos a él. Nuestros asientos eran en realidad unas literas, de no más de 60 cms. de ancho que se elevaban por el tren en líneas de tres. Para subirá las más altas había que montarse en una pequeña escalinata que hacía de la operación algo un poco circense.

A nosotros nos tocó en una litera de las más bajas, y la siguiente hacia arriba. Frente a nosotros teníamos unos vecinos con los que tratamos de comunicarnos algo en nuestro rudimentario chino. No había más occidentales en este tren.

A las 9 apagaron las luces y tuvimos que hacer hora para que el sueño nos venciera, a eso de las 11.



domingo, 21 de noviembre de 2010

Breves Chinas: del clima de Shanghai

En Shanghai corren dos vientos. De Mayo a Septiembre corre viento sur. Eso significa que el aire húmedo y cálido del trópico llega a Shanghai. Eso implica calor, mucho calor, y humedad, mucha humedad. Así por ejemplo, la ropa se tiende pero no se seca, y todo se llena de hongos. Desde la puerta del refrigerador hasta las zapatillas del closet. El pan de molde hay que comerseleo en dos días o se pone verde, y se transpira tanto que hay que tomar agua todo el día.
Pero el 23 de Septiembre el viento corre norte, viento que baja desde las estepas siberianas. En cosa de dos días el ambiente se seca y el calor pasa a ser frío: mucho frío. Yo fui el 22 de septiembre, en chalas y polera, a comprar una chaqueta. Al día siguiente la estaba usando. Y nuestro aire acondicionado estuvo sólo una semana apagado. Luego de eso pasó a servir de calefacción.

La Odisea del Iphone, parte 2 y final.

4 P.M: Partimos de nuevo abajo donde nos configuraron el celular nuevamente: 20 minutos de espera. Los vendedores originales brillaban por su ausencia. Al final el celular estaba listo. Lo analizamos y todo parecía bien pero cuando creíamos que la historia se terminaba, nos dimos cuenta de que faltaba algo: el celular ya no tenía wi- fi. Nada grave, dirán algunos, pero si te compras un iphone, lo mínimo es que venga con todo lo que promete, si no es un verdadero fiasco. Volvimos a llamar entonces a nuestro amigo el vendedor para ver que podíamos hacer. Como se presume, otra batalla campal se venía. Gracias a un improvisado intérprete pudimos ir subiendo el tono de la conversación paulatinamente.

-Esto no tiene WI FI

-No es problema mío

-Pero si tú nos lo vendiste.

- Bueno, paguen y se los arreglo.

-No te vamos a pagar nada ¿que no entiendes?

Bueno, para que seguir, los minutos pasaban y él seguía sin querer responder. Pero al final parece que se cansó y nos dijo: bueno, vayan de nuevo a arreglarlo y no tienen que pagar.

5 P.M: Vuelta al edificio donde arreglaban. Vuelta a hacer cola en el ascensor. A esas alturas la cabeza ya nos dolía. Llegamos al fin a la oficina de arreglamiento de celulares, y esperamos 15 minutos más a que nos arreglaran el nuestro. El mismo chino con físico de alfeñique tomó el celular -en esa oficina enana donde emanaban vapores tóxicos- y procedió a abrirlo y nuevamente cambiarle el chip.

6 P.M: Vuelta a la tienda de abajo y vuelta a configurar. EL celular seguía sin WI FI. Y ¿ahora qué? Fuimos a buscar a nuestro amigo el vendedor, y el con mucha soltura de cuerpo nos dice: bueno, quédense con el celular son Wi Fi, o devuélvanmelo y yo los pago la mitad de la plata. Para que repetir otra pelea como las anteriores, era como hablar con una pared. La racionalidad se había mandado a cambiar y este tipo era totalmente incomprensible.

Pero por suerte nosotros atinamos a hacer algo. Fuimos a buscar al supervisor del Mall (cosa que debimos hacer mucho antes) y hablamos con él pidiéndolo que intercediera por nosotros para que nos devolvieran la plata. Al principio se mostró un poco negativo, pero con el tiempo la cosa se fue arreglando. Pero seguía siendo chino, y como veíamos, los chinos no argumentan sino que buscan puntos medios. Y él nos ofreció que devolviéramos el celular a cambio de, no la mitad, sino tres cuartos del precio. No, por supuesto, fue la respuesta. Luego fue subiendo el monto que él conseguía negociar hasta que, finalmente, llegó al precio pagado y devolvimos el celular. La operación había terminado al fin. Eran las 7:15 P.M.

Algunas preguntas surgen de todo esto. Primero: ¿si a la larga nos iban a devolver la plata, por qué esperar tanto rato y discusión para hacerlo? La respuesta: porque en china las cosas se hacen periférica, no directamente. En occidente tendemos a fijarnos objetivos y metas. Hay algo que queremos conseguir, y vamos a él. Yo quiero comprar una bicicleta y tu vendes una, la vemos, negociamos el precio y ya está, para qué perder más tiempo. Pero los chinos no van al grano, ellos analizan todas las situaciones de manera contextual y por eso deben dar grandes rodeos antes de hacer cualquier cosa. Así, si yo quiero comprarte algo debo saber quien eres y por qué, y debo establecer una relación social contigo. El mundo chino está compuesto de relaciones entre objetos o sujetos, más que de sujetos y objetos. En concreto: en cualquier negocio viene primero la relación entre nosotros y después, sólo después viene el objeto. Es por eso que un chino no te va a tirar su mejor oferta dentro de los primeros 5 ni 15 minutos. En muchas ocasiones debes hacerte su amigo, emborracharte con él y él recién ahí te dará un buen precio. Y en este caso… su percepción de nosotros era negativa. Nosotros cometimos el error de entrar con demasiada violencia a pedir lo que creíamos justo. Pero ante eso el chino piensa: ¿y éstos quienes son? Alguien con más experiencia pudo haber reducido la odisea desde 8 a 1 hora, y eso se logra con guanxi. EL guanxi es la apreciación social que se tiene por un individuo, y que le permite la realización de favores y un cierto margen de negociación.

Por ejemplo, en mi jardín trabajo yo y otro profesor gringo. El gringo lleva menos tiempo que yo, no ha ido a reuniones ni convivencias con los otros profesores (como yo) y su clases no son, al parecer, tan buenas como las mías. Así cuando él falto por estar enfermo le pidieron certificados médicos (él no tiene guanxi) pero cuando yo falté por estar enfermo no hubo drama, e incluso me dijeron que podía pedir permisos para salir de vacaciones cuando yo quisieria (poque yo sí tengo guanxi). En conclusión, las reglas no son parejas, sino que cambian cuando hay guanxi.

En el caso del celular, nosotros no construimos guanxi, no construimos confianza, no rodeamos la situación sino que fuimos al ataque de forma directa. Y eso provocó desconfianza y pocas ganas de colaborar. Porque en china, para bien y para mal, siempre hay que rodear a la presa, nunca atacarla de frente.

martes, 16 de noviembre de 2010

Pequeños triunfos

Mi trabajo es cansador. Muy cansador. Un día normal se inicia con un bailecito a las 8:50. Yo bailo y los niños me copian. En teoría es la misma coreografía todos los días, para que los niños se la vayan aprendiendo de a poco. Ahora, como yo no he sido capaz de aprender la coreografía, entonces el baile cambia todos los días, así que está un poco difícil que los niños se la aprendan.
Después de eso, a las 9 parte mi primera clase a niños de 3 a 4 años. Dura sólo 15 minutos pero hay que ponerle un entusiasmo loco para que los niños no se distraigan. Y además viene, después de esa otra de 15 y otra más. Luego dos de 20 minutos para niños de 4 a 5 años, y al final de la mañana, dos clases de 30 minutos para niños de entre 5 y 6. Bueno, eso es sólo la mañana. En la tarde viene una clase de 30 minutos con niños de 5, y luego 3 clases de 15 minutos con niños de 2 (sí, dos) a 3 años.
En todas estas clases hay que tener mucho ánimo. Una cara de lata, o de sueño o una falta de entusiasmo pueden significar la debacle: la anarquía infantil es trágica. En esas ocasiones los niños pierden el control, juegan por su cuenta, gritan, corren, se pegan, lloran, hacen montoncito, me roban las cosas, sacan la tortuga de su acuario, etc, etc. Esa anarquía se evita con control. Y ese control se adquiere con entusiasmo: no hay que dejar jamás que los niños se aburran o empezarán a entretenerse por sí sólos. Y es esa mantención del entusiasmo lo que agota.

Pero pese al cansancio puedo contar con algunos pequeños triunfos, que ayudan a sobrellevarlo: por ejemplo, una niñita le temía a los extranjeros. Cada vez que yo entraba a la sala ella lloraba desconsolada, no había caso. Y había sido así también con el profesor extranjero anterior, y con el anterior. Conmigo también lloró al principio. Luego se fue calmando, callaba pero no lloraba. Después de a poco empezó a reir, y hoy participa como cualquier otra niña. Eso lo logré haciéndola jugar y olvidarse de su temor.
También hay un niño que es enfermo. No habla, no participa, no entiende nada (creo que tiene autismo). Él está en su propio mundo paralelo, juega con juguetes pero nadie le habla, no canta las canciones que todos saben, no hace caso a las instrucciones de sus profesoras. Conmigo era lo mismo: un ente. Pero una vez, mientras yo cantaba una canción con mucho entusiasmo lo ví pararse, aplaudir y ponerse a bailar. Sólo fue un minuto y volvió a lo suyo pero logré conectarlo aunque fuera por un momento.

También tengo un curso desastre. Desastre desastre. No lo digo yo, lo dice cada profesora que ha pasado por allí. A mí me pasó lo mismo. Llegaba yo a la sala y corrían, me pegaban, se empujaban. Los gritos de "sit down" se los comían con palitos, no había caso. Mi estrategia fue entonces hacerles juegos intensos, físicos y movidos pero que los hicieran pensar. Darle órdenes como "touch the door" para que corran y se apelotonen, pero haciéndome caso. Y puedo decir que ya no tengo problemas con ese curso, siguen siendo inquietos pero ahora están expectantes de la actividad que les voy a hacer, cualquiera que ella sea.

Además, dentro de ese curso el líder negativo se llamaba Steven. Yo lo retaba mucho, pero también lo hacía participar mucho para darle atención. Cuando había que llamar a alguien adelante, era a él, era mi foco de atención. Y después de todo la estrategia funcionó. Ahora se porta mal, aunque no tanto como antes... y pidió cambiarse su nombre en inglés de Steven a Diego, lo cual fue aceptado por sus papás y profesores. De aquí en adelante, cuando se encuentre con algún occidental se va a llamar Diego.

Ya me queda sólo una semana de este extraño trabajo. En mi curriculum dirá: profesor de inglés de kindergarden en Shanghai, China. ¿A qué empleador puede interesarle eso? No he aprendido ningún conocimiento específico, pero me di cuenta de las cosas que puedo ser capaz. Puedo. pararme frente a niños de 5 años sin tener idea de su idioma, y hacerlos pasarlo bien y aprender inglés. Eso demuestra que puedo hacer muchas otras cosas, que creo que son más fáciles que ésta